El rendimiento en la mayoría de deportes está condicionado por la capacidad de realizar un movimiento (golpeo, salto, lanzamiento, zancada, etc.) con la mayor fuerza en el menor tiempo posible, lo cual se conoce como potencia. Son numerosos los factores que influyen en la producción de potencia, desde factores a nivel muscular como la composición muscular (a mayor porcentaje de fibras rápidas, mayor potencia), la cantidad de proteína contráctil o la rigidez de la unión miotendinosa, a factores a nivel neural como la velocidad de conducción nerviosa o la capacidad para reclutar las fibras rápidas. Todos estos mecanismos contribuyen por lo tanto al rendimiento deportivo y, aunque en gran medida están determinados genéticamente, son mejorables mediante el entrenamiento. En esta entrada trataremos de resumir la clásica revisión realizada por Kawamori & Haff (2004).
Fig. 1. El rendimiento en muchas acciones deportivas (salto, carrera, golpeo, lanzamiento…) está condicionado por la capacidad de producir altos valores de potencia, generando una gran fuerza en breves espacios de tiempo.
Entrenamiento de la potencia muscular
Los dos tipos de entrenamiento más comúnmente utilizados para mejorar la potencia muscular son el entrenamiento con altas cargas (>80% RM), que son necesariamente realizados a bajas velocidades, y el entrenamiento explosivo, el cual es realizado con cargas medias (<60-80% RM) pero a altas velocidades.
El entrenamiento con cargas altas está basado en la hipótesis tradicional que postula que son necesarias cargas altas para estimular las fibras tipo II. Este entrenamiento ha mostrado ser beneficioso para la mejora de la fuerza máxima e incluso para la mejora de la velocidad con cargas bajas, posiblemente debido a ese incremento de la fuerza máxima (por lo que al mover cargas bajas estaríamos ejerciendo una menor fuerza relativa) y a una mayor estimulación de las fibras tipo II.
Fig. 2. Ejercicios como los balísticos o los pliométricos, aunque sean realizados con menores cargas, proporcionan mayores beneficios en la potencia muscular que los ejercicios tradicionales en los que la carga debe ser desacelerada al final del movimiento.
Sin embargo, se ha visto que para estimular las fibras tipo II no siempre es necesario utilizar cargas altas, sino que cargas menores pero movidas a gran velocidad son también capaces de estimular estas fibras. El entrenamiento explosivo está basado en utilizar aquellas cargas que permiten producir una mayor potencia (equilibrio entre fuerza y velocidad), siendo por tanto más específico para la mayoría de movimientos deportivos.
Además, se ha visto que existe una especificidad en las adaptaciones al entrenamiento de fuerza, mejorando la potencia con cargas altas o bajas según las cargas con las que se entrene. Por lo tanto, aunque el entrenamiento de fuerza con cargas altas pueda mejorar la potencia en aquellas acciones en las que se requiera mucha fuerza (melé en rugby), el entrenamiento con cargas medias basado en la potencia ha mostrado ser más eficaz para la mejora del rendimiento en acciones explosivas como las predominantes en la mayoría de deportes (carrera, salto, etc.).
Aunque la carga óptima que permite generar una mayor potencia muscular es individual y depende de numerosos factores, algunos autores han concluido que para ejercicios mono-articulares, miembros superiores y/o sujetos no entrenados esta carga suele estar entre el 30-45% 1RM, mientras que para ejercicios multi-articulares, miembros inferiores y/o sujetos entrenados se puede generar la mayor potencia con cargas de hasta el 70% RM.
Por lo tanto, a la hora de planificar nuestro entrenamiento de fuerza será primordial primero conocer las características de nuestro deporte y analizar si es necesario mover cargas altas o bajas y a qué velocidades. Además, se deberá evaluar el perfil de fuerza del deportista para determinar en qué variable de la curva fuerza-velocidad queremos incidir (mejorar la fuerza máxima, mejorar la velocidad con cargas bajas, mejorar la potencia, etc.). Por último, deberemos elegir qué ejercicios conviene realizar para conseguir nuestros objetivos.
APLICACIÓN PRÁCTICA
Así, debemos tener en cuenta que en la mayoría de acciones deportivas los movimientos realizados son multi-articulares y no mono-articulares, por lo que si el objetivo es mejorar nuestra potencia quizá el curl de bíceps no sea la mejor opción, tanto porque permiten generar una menor potencia como porque suponen un menor trabajo a nivel de coordinación neuromuscular.
En concreto, se ha visto que los ejercicios balísticos son muy útiles para mejorar la potencia, ya que por ejemplo la potencia generada y la actividad muscular en un press de banca es mayor al realizar el ejercicio de forma “explosiva” lanzando la barra (en multipower o similar) que al realizar el ejercicio de forma tradicional, ya que en este último debemos desacelerar la barra al final del movimiento para evitar daño en las articulaciones, haciendo así el ejercicio menos trasladable a las acciones deportivas.
Además, otros movimientos que permiten generar una gran potencia con altas cargas son los movimientos olímpicos, pues son acciones multiarticulares explosivas que involucran numerosos grupos musculares y requieren tanto altos niveles de fuerza como de velocidad, permitiendo el uso de altas cargas.
Por último, recordar que los estímulos de entrenamiento deben ser variados e individualizados, por lo que es recomendable variar tanto los ejercicios, como la carga y la velocidad de movimiento según las necesidades de nuestro deporte y nuestro deportista en cada momento de la temporada.
En esta entrada no hemos querido centrarnos en la importancia que tiene la velocidad de ejecución -o más bien de la pérdida de la misma- de los ejercicios de fuerza en las adaptaciones al entrenamiento ya que lo trataremos en una entrada posterior.
REFERENCIAS
Kawamori, N., & Haff, G. (2004). The optimal load for the development of muscular power. Journal of Strength and Conditioning Research, 18(3), 675–684. doi:10.1519/1533-4287(2004)18<675