La concepción mayoritaria que tenemos de nuestro planeta como una fuente inagotable de materias primas ha hecho que los sistemas de producción hayan estado orientados hacia un modelo de consumo de usar y tirar. Si no hay límite, para qué reducir la velocidad de consumo. Cada vez son más comunes las marcas de moda que venden ropa de calidad efímera a precios muy bajos con el objetivo de sacar nuevas campañas casi cada mes. O algo tan habitual como comprar alimentos envasados en plástico de forma innecesaria (en la cúspide de lo absurdo envasar al vacío frutas peladas) para acabar generando una montaña de desperdicios diarios, mientras el planeta no puede asumir este expolio de reservas fósiles, por un lado, y de acumulación de plástico por otro.
Un informe reciente de la Organización de las Naciones Unidas titulado “Nuestro planeta se ahoga en un mar de plástico” (puedes leerlo con detalle en este enlace) sobre el problema del plástico contiene algunas conclusiones alarmantes. Estas son las principales y que muestran datos impactantes:
· En todo el mundo se compran un millón de botellas de plástico cada minuto, al tiempo que se utilizan hasta 5 billones de bolsas de plástico al año.
· La mitad de todo el plástico producido en el mundo se diseña para ser desechado después de ser utilizado una sola vez.
· Hoy en día, producimos alrededor de 400 millones de toneladas de desechos plásticos cada año.
· De los 7.000 millones de toneladas de desechos plásticos generados a nivel mundial hasta el momento, menos del 10% se ha reciclado.
· Las colillas de cigarrillos son el tipo más común de desechos plásticos que se encuentran en el medio ambiente. En siguiente lugar se encuentran los envoltorios de comida, las botellas de plástico, las tapas de botellas, las bolsas de supermercado y las pajitas.
· Se estima que hasta la fecha existen entre 75 y 199 millones de toneladas de plástico en nuestros océanos.
El plástico como producto de consumo tiene unas características (principalmente su durabilidad y resistencia a la degradación) que hacen que su descomposición en la naturaleza sea casi imposible. Esto provoca que cuando se tira, las olas del mar, la abrasión, la radiación ultravioleta y la fotooxidación en combinación con bacterias, degraden los fragmentos de plástico en partículas de tamaño minúsculo.1 El resultado de todo este proceso es lo que conocemos como microplásticos (definidos como partículas de menos de 5 mm) y nanoplásticos (partículas de menos de 1000 nanómetros).
Invasión de microplásticos en la naturaleza… y en nuestro organismo
Hace más de dos décadas el biólogo marino Richard Thompson publicó en la revista Science un artículo titulado: ¿Dónde está todo el plástico?.2 Fue una de las primeras investigaciones en mostrar que nuestros océanos se estaban convirtiendo en un vertedero de plástico. Las cifras eran desoladoras. Encontraron restos de plástico entre el plancton y el fondo marino desde la década de 1960, pero la cantidad aumentaba de forma proporcional a la producción mundial de plástico (Figura 1). Concluía el artículo de esta manera: “Dado el rápido aumento en la producción de plástico, su longevidad y su naturaleza desechable, es probable que esta contaminación aumente. Aún queda por demostrar si las sustancias tóxicas pueden pasar de los plásticos a la cadena alimentaria”.
Figura 1. Aumento de la concentración de plástico microscópico en muestras de sedimentos marinos y el plancton desde 1960 hasta 1990. Figura adaptada de Thomson et al. Science. 2
Actualmente sabemos que casi el 99% de ese plástico que acaba en el mar se deposita en el fondo marino, encontrándose 10.000 veces más plástico en las profundidades que en las aguas más superficiales.3,4Además, como nuestro planeta está conectado, tenemos registros de microplásticos que van desde la cima del Everest hasta el Ártico.5
Si bien para muchos este problema puede parecer invisible e inofensivo para nuestra salud (ya que si no nos perjudica directamente, parece no existir), como el asesino en la escena de un crimen, los microplásticos están empezando a dejar un rastro que los vincula con múltiples enfermedades, algunas de ellas mortales. A la pregunta que se hacía Thomson de si este plástico había pasado a la cadena alimentaria, parece que la respuesta es sí.
Si el planeta acumula plástico, los animales que lo habitan también lo hacen. De hecho, y aquí empiezan a verse las consecuencias más directas para las personas, se han encontrado microplásticos en diferentes tejidos humanos como los pulmones, el hígado, la orina o la sangre.6 Si esto ya debería asustarnos, el rastro de microplásticos llega hasta la leche materna y la placenta. Por ejemplo, un reciente estudio que analizó muestras de leche materna de 34 mujeres encontró contaminación por microplásticos en 26 de ellas.7 La presencia de estos derivados del petróleo, con consecuencias impredecibles para la salud del bebé, se ha descubierto incluso en el vínculo más profundo que existe entre una madre y el feto: la placenta. En 2021 se describió por primera vez la presencia de microplásticos en muestras de placenta humana recogidas de seis pacientes que habían dado a luz.8
¿Qué puede provocar en la salud la presencia de microplásticos?
Que estamos rodeados de plástico hemos visto que está fuera de toda duda. Pero ¿puede afectar a la función normal del organismo? La evidencia en estudios in vitro y en animales siguiere que los microplásticos producen estrés oxidativo, inflamación y muerte prematura de células de los vasos sanguíneos, así como una frecuencia cardíaca alterada, deterioro de la función cardíaca, fibrosis miocárdica y disfunción endotelial.9
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¿En qué se traducen estas respuestas fisiológicas? Un estudio publicado en 2022 encontró que los pacientes con enfermedad inflamatoria intestinal (publicamos un artículo en el que hablamos del impacto del estrés en estas enfermedades) tenían una cantidad significativamente mayor de microplásticos en sus heces que los que no tenían la enfermedad.10 Al analizar las características y la concentración de microplásticos en las heces de los pacientes con enfermedad inflamatoria intestinal y en los individuos sanos, se observó que la concentración era notablemente mayor en aquellos diagnosticados con la enfermedad (41,8 elementos/g dm vs 28,0 elementos/g dm). Además, la gravedad de la enfermedad se correlacionaba con una mayor concentración de plásticos en las heces (Figura 2).
Figura 2. Las personas con enfermedad intestinal inflamatoria tienen una mayor presencia de microplásticos. Además, existe una correlación positiva entre la concentración y la gravedad de la enfermedad. Adaptada de Yan et al.10
Más recientemente, la prestigiosa revista The New England Journal of Medicine ha publicado un artículo en el que muestra las posibles consecuencias de los microplásticos en la salud cardiovascular.11 Los resultados son alarmantes. En un estudio multicéntrico los investigadores analizaron a 257 pacientes que se iban a someter a una intervención quirúrgica (endarterectomía carotídea) para tratar la obstrucción del flujo sanguíneo en la carótida. Las muestras de placa carótida que se extirparon se analizaron para detectar la presencia de microplásticos. Estos pacientes tuvieron un seguimiento de casi tres años para evaluar la prevalencia de eventos cardiovasculares.
Figura 3. Análisis de la placa de ateroma. En la Figura A se observan imágenes de microscopía electrónica de partículas no orgánicas detectadas dentro de macrófagos (flechas). En la Figura B, obtenida con otra técnica de microscopía, se muestran macrófagos dispersos en la placa y pequeñas partículas con características similares (recuadros rojos). Figura adaptada de Marfella et al. 11
¿Cuáles fueron los resultados? Los pacientes a los que se les encontró microplásticos en las placas de la carótida tuvieron durante el seguimiento 4,5 veces más probabilidades de experimentar un ataque cardíaco, un accidente cerebrovascular o de morir por cualquier causa en comparación con aquellos cuya placa estaba libre de microplásticos (Figura 4).
Figura 4. Los pacientes con microplásticos en las placas de la carótida presentaban un mayor riesgo de sufrir accidentes cerebrovasculares, infartos de miocardio o muerte por cualquier causa. Los resultados se ajustaron a la edad, el sexo, el índice de masa corporal, el colesterol total, el colesterol HDL, el colesterol de LDL, los triglicéridos, o a factores de riesgo como tener diabetes o hipertensión. Figura adaptada de Marfella et al.11
Hay que resaltar que estos resultados no demuestran causalidad entre la presencia de microplásticos y el mayor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares o inflamatorias. No obstante, la evidencia creciente sugiere que los microplásticos no son inocuos para la salud y que el problema no hace más que agravarse, ya que su producción no deja de crecer.
Conclusiones
Como sociedad nos estamos enfrentando a múltiples problemas que derivan de una concepción errónea de nuestro planeta: es imposible el crecimiento infinito en un planeta finito. Además, a la escasez de agua potable, de productos fósiles vírgenes o de materias primas clave para la producción tecnológica hay que sumar que todo lo que se deshecha, no desaparece como si nada, deja huella. Los problemas de salud derivados de la acumulación de microplásticos están emergiendo y sus consecuencias parecen ser graves: aumentan el riesgo de eventos cardiovasculares y la mortalidad. El camino que nos queda, más allá de poder encontrar potenciales tratamientos, radica en un cambio en el paradigma de consumo que tenga como base las 3R: reducir, reutilizar y reciclar.
Referencias:
1. de Souza Machado AA, Kloas W, Zarfl C, Hempel S, Rillig MC. Microplastics as an emerging threat to terrestrial ecosystems. Glob Chang Biol. 2018;24(4):1405-1416. doi:https://doi.org/10.1111/gcb.14020
2. Thompson RC, Olsen Y, Mitchell RP, et al. Lost at Sea: Where Is All the Plastic? Science (1979). 2004;304(5672):838. doi:10.1126/science.1094559
3. Koelmans AA, Kooi M, Law KL, Van Sebille E. All is not lost: deriving a top-down mass budget of plastic at sea. Environmental Research Letters. 2017;12(11):114028.
4. Woodall LC, Sanchez-Vidal A, Canals M, et al. The deep sea is a major sink for microplastic debris. R Soc Open Sci. 2014;1(4):140317. doi:10.1098/rsos.140317
5. Bergmann M, Mützel S, Primpke S, Tekman MB, Trachsel J, Gerdts G. White and wonderful? Microplastics prevail in snow from the Alps to the Arctic. Sci Adv. 2024;5(8):eaax1157. doi:10.1126/sciadv.aax1157
6. Vethaak AD, Legler J. Microplastics and human health. Science (1979). 2021;371(6530):672-674. doi:10.1126/science.abe5041
7. Ragusa A, Notarstefano V, Svelato A, et al. Raman Microspectroscopy Detection and Characterisation of Microplastics in Human Breastmilk. Polymers (Basel). 2022;14(13). doi:10.3390/polym14132700
8. Ragusa A, Svelato A, Santacroce C, et al. Plasticenta: First evidence of microplastics in human placenta. Environ Int. 2021;146:106274. doi:https://doi.org/10.1016/j.envint.2020.106274
9. Zhu X, Wang C, Duan X, Liang B, Genbo Xu E, Huang Z. Micro- and nanoplastics: A new cardiovascular risk factor? Environ Int. 2023;171:107662. doi:https://doi.org/10.1016/j.envint.2022.107662
10. Yan Z, Liu Y, Zhang T, Zhang F, Ren H, Zhang Y. Analysis of Microplastics in Human Feces Reveals a Correlation between Fecal Microplastics and Inflammatory Bowel Disease Status. Environ Sci Technol. 2022;56(1):414-421. doi:10.1021/acs.est.1c03924
11. Marfella R, Prattichizzo F, Sardu C, et al. Microplastics and Nanoplastics in Atheromas and Cardiovascular Events. New England Journal of Medicine. 2024;390(10):900-910. doi:10.1056/NEJMoa2309822