Los productos lácteos (leche, yogurt, queso…) son una de las bases de la alimentación de la mayoría de la población, siendo consumidos por la mayoría de personas al menos una vez al día. Estos productos están a menudo incluidos dentro de lo considerado alimentación saludable o equilibrada debido a su contenido en proteínas, calcio y otros nutrientes añadidos como vitaminas A y D.
Sin embargo, principalmente en la última década, ha habido un cambio de tendencia en cuanto al tipo de lácteos consumidos, estando actualmente el consumo de lácteos sin grasa o desnatados por delante del de lácteos enteros. Los motivos que han llevado a la población a realizar este cambio han sido el mayor contenido energético de los lácteos enteros, evitando de esta forma el aumento de peso, así como el mayor contenido en ácidos grasos saturados y colesterol, intentando gran parte de la población sustituir estos productos por otros de origen vegetal y/o desgrasados para evitar enfermedades cardiovasculares.
En una revisión sistemática realizada en 20131 se evaluó la posible asociación entre el consumo de lácteos enteros y obesidad, enfermedades metabólicas o cardiovasculares. En esta revisión se encontró que en la mayoría de estudios analizados existía una relación inversa o inexistente entre el consumo de lácteos enteros y obesidad, diabetes tipo II o enfermedades cardiovasculares, es decir, el consumo de la grasa de la leche prevenía del aumento de grasa corporal y no afectaba a la sensibilidad a la insulina ni aumentaba los niveles de colesterol sanguíneo.
Fig. 1. La leche entera de vacas alimentadas con pasto ha sido evaluada como la que conlleva mayores beneficios en cuanto a perfil lipídico, control de la masa grasa y prevención de enfermedades metabólicas.
Por lo tanto, no se halló relación entre el consumo de colesterol en la dieta y el aumento del ratio LDL/HDL o de los niveles de colesterol sanguíneo. Por otro lado, posiblemente en parte debido a la presencia de ácidos grasos bioactivos en la grasa láctea como el ácido linoleico conjugado o el ácido butírico (no presentes en los lácteos desnatados), no se encuentra relación entre el consumo de lácteos enteros y aumentos de masa grasa. Sin embargo, los autores defienden que las propiedades beneficiosas de los lácteos enteros, incluyendo la presencia de los compuestos bioactivos de la grasa láctea previamente nombrados, dependen del tipo de alimento suministrado al ganado.
En conclusión, una vez más el consumo de alimentos en su forma más original y sin ser procesados, en este caso los lácteos enteros frente a los desnatados, produce los mayores beneficios en cuanto a la prevención de patologías y el mantenimiento del peso corporal. Sin embargo, será siempre importante no sobrepasar el aporte calórico óptimo (la leche entera tiene una mayor densidad calórica) e intentar que el ganado que produce la leche sea alimentado con pasto.
REFERENCIA
- Kratz M, Baars T, Guyenet S. The relationship between high-fat dairy consumption and obesity, cardiovascular, and metabolic disease. Eur. J. Nutr. 2013;52(1):1-24.