El ejercicio durante el embarazo confiere protección metabólica a los hijos y, además, estos beneficios duran más allá de la infancia. De hecho, estudios en animales han demostrado que el ejercicio de la madre cuando está embarazada protege a los hijos del deterioro en el metabolismo de la glucosa asociado a la edad y previene el aumento del tejido adiposo y los trastornos cardiovasculares (1,2). Ya que los factores genéticos no intervienen en los beneficios metabólicos transmitidos a sus hijos de las madres que hacen ejercicio (3), la pregunta entonces es, ¿qué factores intervienen en la transferencia de estos beneficios de madres a hijos?
Uno de estos mecanismos se ha descrito recientemente en un precioso e impresionante artículo publicado en la revista Nature Metabolism (4) en el que se muestra como un componente de la leche materna parece ser una de las moléculas implicadas. Los investigadores en un primer momento estudiaron en un modelo cruzado en roedores cómo influye que crías de madres sedentarias se críen con madres que se habían ejercitado durante su embarazo (SED-ENTR) y, al revés, qué ocurre cuando crías de madres entrenadas crecen y se alimentan de leche de madres sedentarias (ENTR-SED). Los resultados mostraron que cuando las crían envejecían, a las 52 semanas, aquellas que se habían criado con madres que habían hecho ejercicio durante el embarazo (SED-ENTR) pesaban menos, tenían menor porcentaje de grasa, mejor tolerancia a la glucosa, menor insulina en ayunas y una mejor función cardiaca (medida como fracción de eyección) si se comparaban con las del grupo ENTR-SED (Figura 1). Por lo tanto, la descendencia de madres sedentarias que fueron criadas con la leche de madres que se ejercitaron durante el embarazo tuvo una mejor salud metabólica y cardíaca. Estos hallazgos indican que el ambiente intrauterino de las madres ejercitadas no parece ser crucial en la protección metabólica inducida por el ejercicio, lo que respalda la hipótesis de que los factores probablemente estén presentes en la leche materna.
Con el objetivo de verificar si esto es así, los investigadores analizaron la composición de la leche materna con el fin de encontrar elementos comunes entre ratones y humanos. La búsqueda se enfocó en unos azúcares complejos, los oligosacáridos de la leche humana (HMO), los cuales están presentes en una concentración del 5 al 15% en humanos y roedores, mientras que en la lecha de vaca (la base de la mayoría de fórmulas infantiles) suponen menos del 0,5% (5). Debido a que uno de estos oligosacáridos, la 3’sialilactosa (3′SL), es el olisosacárido sialilado predominante de la lecha humana (90-95% del contenido de HMO) y además es uno de los dos oligosacáridos de la lecha de los ratones, los investigadores pusieron el foco en él. Para determinar si la actividad física materna se correlacionaba con la concentración de 3′SL en la leche humana, se registraron la actividad física y los pasos diarios durante el embarazo de 139 mujeres y se correlacionaron con los niveles de HMO. Los resultados mostraron que el contenido de 3′SL en la leche de estas mujeres se correlacionaba positivamente con niveles elevados de actividad física y el número de pasos, y negativamente con el índice de masa corporal (Figura 2). Es decir, cuanto más se movían estas mujeres, mayores eran sus niveles de 3′SL en la lecha materna.
Para determinar si el aumento de 3′SL es uno de los mecanismos claves en la mejora del fenotipo metabólico y cardiaco en la descendencia de madres entrenadas, los investigadores utilizaron ratones modificados genéticamente para carecer de 3′SL en la lecha materna y vieron que la lactancia no otorgó beneficios a la descendencia. En cambio, las crías de madres que carecían de 3′SL pero fueron alimentadas por madres que sí tenían este oligosacárido, tuvieron protección metabólica (menor peso corporal y masa grasa, y mayor tolerancia a la glucosa). Por lo tanto, la presencia de 3′SL en la lecha materna parece ser un elemento clave para tener un perfil metabólico sano.
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En una última parte del estudio, y con el fin de probar el potencial terapéutico de este oligosacárido, los investigadores suplementaron a ratones que descendían de madres sedentarias con una dosis de 3′SL que imita la cantidad recibida de la leche materna de madres ejercitadas. De forma sorprendente, y al igual que ocurrió con los ratones que habían sido amamantados con madres entrenadas, las crías suplementadas pesaron menos y tuvieron menor porcentaje de grasa corporal, mayor tolerancia a la glucosa y menor insulina en ayunas en su vejez (52 semanas) que el grupo que no se suplementó. Además, la masa ventricular y la fracción de eyección de las crías se vio aumentada en el grupo que se suplementó, lo que confiere a esta molécula un potencial efecto cardioprotector.
Por otro lado, un dato a tener en cuenta en este estudio es que, al igual que se ha visto en otras investigaciones (6,7), los beneficios metabólicos transmitidos por el ejercicio materno fueron significativamente más pronunciados en la descendencia masculina, mientras que la descendencia femenina experimentó beneficios muy modestos. En relación a ello, los investigadores no dan ninguna justificación que lo explique, lo que confirma la necesidad de seguir investigando.
A pesar de que todavía quedan mecanismos por dilucidar, estos resultados muestran un potencial terapéutico de la leche materna de madres entrenadas, demostrando que el ejercicio es necesario durante el embarazo para que los hijos puedan tener una mejor salud cardiovascular y metabólica. Presumiblemente la traslación irá encaminada a crear productos que imiten los efectos del ejercicio, ya sea enriqueciendo bebidas o formulando nuevos fármacos. Mientras tanto, lo más sensato y seguro es ir al tratamiento original, ya que por mucho que se intente añadir una sola molécula descontextualizada de las miles de cascadas moleculares que produce el ejercicio de forma sincronizada, los resultados seguramente no sean los mismos. Si se quieren transmitir los efectos del ejercicio durante el embarazo, no hay manera más sencilla de lograrlo: entrenar.
Referencias:
1. Carter LG, Qi NR, de Cabo R, Perason KJ. Maternal Exercise Improves Insulin Sensitivity in Mature Rat Offspring. Med Sci Sport Exerc . 2013;45(5).
2. Harris JE, Baer LA, Stanford KI. Maternal Exercise Improves the Metabolic Health of Adult Offspring. Trends Endocrinol Metab. 2018 Mar 1;29(3):164–77.
3. Moreira JBN, Wisløff U. Post-exercise breast milk: the new polypill? Nat Metab . 2020
4. Harris JE, Pinckard KM, Wright KR, Baer LA, Arts PJ, Abay E, et al. Exercise-induced 3′-sialyllactose in breast milk is a critical mediator to improve metabolic health and cardiac function in mouse offspring. Nat Metab. 2020
5. Bode L. Human milk oligosaccharides: Every baby needs a sugar mama. Glycobiology . 2012 Apr 18;22(9):1147–62.
6. Stanford KI, Lee M-Y, Getchell KM, So K, Hirshman MF, Goodyear LJ. Exercise Before and During Pregnancy Prevents the Deleterious Effects of Maternal High-Fat Feeding on Metabolic Health of Male Offspring. Diabetes. 2015 Feb 1;64(2):427 LP – 433.
7. Stanford KI, Rasmussen M, Baer LA, Lehnig AC, Rowland LA, White JD, et al. Paternal Exercise Improves Glucose Metabolism in Adult Offspring. Diabetes . 2018 Dec 1;67(12):2530 LP – 2540.
2 respuestas
Maravilloso 🤍
Gracias Laura. La verdad es que el estudio es precioso. Y confirma una vez más que la capacidad que tiene el ejercicio para integrar vías es extraordinaria.
Un saludo y gracias!