Los beneficios de la actividad física son indiscutibles y la tendencia actual es a pensar que existe una relación curvilínea entre la práctica de ésta y los beneficios sobre la salud. Como venimos comentando a lo largo de publicaciones anteriores, la actividad física se asocia con reducción en el riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes, cáncer y alzheimer de modo dosis-dependiente, esto es, a mayor actividad física mayor reducción del riesgo de desarrollar dichas patologías.
Sin embargo, estudios recientes sugieren que altas dosis de ejercicio podrían ser perjudiciales asociándose con un mayor riesgo de mortalidad por enfermedad cardiovascular. Lo que nos lleva a interpretar que cierta cantidad de ejercicio podría comprometer la salud del corazón. La llamada hipótesis del “too much exercise” nos hace plantearnos una serie de cuestiones: ¿cuál es la dosis óptima de ejercicio para producir beneficios sobre la salud? A mayor cantidad, ¿mayores beneficios? ¿Cuál es el límite a partir del cual el ejercicio, posiblemente, sería perjudicial para la salud?
En primer lugar, varios estudios previos han valorado la cantidad mínima de actividad física necesaria para promover beneficios a nivel cardiovascular. A partir de dichos estudios, estamentos internacionales como la Organización Mundial de la Salud, entre otros, elaboraron recomendaciones de actividad física para la salud, las cuales nos hablan para actividad física de tipo aeróbico de “mínimo 150 minutos semanales, de intensidad moderada, o bien 75 minutos de actividad física vigorosa cada semana, o bien una combinación equivalente de ambas”.
Asimismo, se ha visto que sesiones cortas de actividad física, incluso de 10 minutos de duración, pueden tener beneficios considerables para la salud. Aunque la falta de tiempo se ha convertido en una barrera fundamental para la participación en programas de ejercicio físico, estos resultados sugieren que incluso los individuos más ocupados deben organizar su tiempo para cumplir con la dosis mínima recomendada de actividad física.
Por otro lado, la relación curvilínea de la que hablábamos entre actividad física y salud no incluye un límite superior, pero parece ser que la reducción del riesgo frente a determinadas patologías disminuye a partir de cierta cantidad de actividad física.
Estas observaciones tienen importantes implicaciones en la práctica clínica. En primer lugar, altos volúmenes de actividad física intensa o vigorosa no se asocian con una mayor mortalidad en individuos sanos, pero pueden atenuar los beneficios para la salud asociados a la actividad física. En segundo lugar, cantidades muy por encima de las recomendaciones de actividad física se asocian con un mayor riesgo de mortalidad en pacientes con enfermedad cardiovascular. Además, dosis más altas implicarían un incremento del riesgo de lesiones musculoesqueléticas que repercutiría en el estado general de la persona.
Sin embargo, pese a que no se conoce un límite superior para la actividad física moderada en personas sanas, dosis de más de 100 minutos al día no parecen estar asociadas con beneficios adicionales sobre la salud. En el caso de la actividad física vigorosa, dosis bajas están relacionadas con efectos positivos, mientras que aumentar en más de diez veces los niveles recomendados no se asocian con mayores beneficios. No obstante, ninguna dosis de actividad física vigorosa se asocia con tasas de mortalidad más altas que la propia inactividad física. Así, la actividad física es uno de los factores modificables para la prevención de las principales enfermedades occidentales y la mortalidad, por lo que es importante seguir haciendo hincapié en que EL EJERCICIO ES MEDICINA.
REFERENCIAS
Eijsvogels, T. M., & Thompson, P. D. (2015). Exercise Is Medicine: At Any Dose?. JAMA, 314(18), 1915-1916.