El consumo de bebidas azucaradas (p. ej., zumos y refrescos) ha aumentado considerablemente en personas de todas las edades, lo que representa un riesgo para la salud pública dada la creciente incidencia de enfermedades como la diabetes y la obesidad asociada a estas bebidas. Y es que su alto contenido en fructosa –aproximadamente el 60% del contenido en azúcar de estas bebidas– las hace tremendamente dañinas, al tratarse de un azúcar más perjudicial que la glucosa (1, 2). Sin embargo, poco se sabe de cómo afecta el consumo regular de este tipo de bebidas en las madres que están dándole el pecho a sus bebés.
Aunque la fructosa no está contenida de forma natural en la leche materna (3), un interesante estudio publicado en 2017 encontró que este azúcar se puede transmitir de madre a hijo a través de la lactancia (4). Además, a pesar de que se encontró en concentraciones extremadamente pequeñas (7 µg/ml), la fructosa se asoció con el crecimiento y desarrollo del bebé, incluido mayor peso corporal, masa grasa, muscular y ósea (4). Sin embargo, los investigadores no llevaron un registro de la alimentación seguida por la madre durante el periodo de lactancia, por lo que no pudieron determinar si la fructosa hallada en la leche materna se asociaba con el consumo habitual de alimentos y bebidas ricas en fructosa. Esta cuestión permaneció sin resolver hasta que, en un posterior estudio, el mismo grupo de investigación observó que el consumo de bebidas con azúcar aumentaba la concentración de fructosa en la leche materna, llegando a permanecer elevada hasta cinco horas después del consumo de la bebida (5). Es por ello por lo que el Dr. Michael Goran, investigador principal de estos estudios, sugiere que en este caso los bebés podrían considerarse consumidores pasivos de fructosa –derivada de la dieta de la madre–, algo similar a lo que pasa con los fumadores pasivos que se tragan el humo del tabaco de los que fuman a su alrededor y, por tanto, sus efectos nocivos (4, 5). Así, un elevado consumo de fructosa por parte de la madre durante periodos críticos para el desarrollo del bebé como son el embarazo o la lactancia puede acarrear graves consecuencias neuroendocrinas en el niño, favoreciendo la aparición futura de problemas metabólicos como obesidad y diabetes (6) (Figura 1).

En este contexto, una nueva investigación ha añadido más leña al fuego en contra del consumo de bebidas con azúcar y fructosa en general por parte de las madres que estén dándole el pecho a sus bebés. El estudio publicado recientemente en la prestigiosa Revista Americana de Nutrición Clínica concluye que el desarrollo neurológico de los niños se vería afectado negativamente por el consumo de una dieta alta en fructosa durante el periodo de lactancia, lo que podría atribuirse al consumo de refrescos y zumos (7). Los autores, nuevamente liderados por el Dr. Goran, observaron que los hijos de las madres que habían consumido regularmente bebidas azucaradas durante el primer mes de lactancia mostraron un peor desarrollo cognitivo a los 2 años de edad, demostrando que la fructosa derivada de estas bebidas, y no del consumo de frutas enteras, era la responsable de los peores resultados en las pruebas de valoración cognitiva de los niños (7).
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La leche materna es muy beneficiosa tanto para el bebé como para la propia madre, pero es posible que se pierdan algunos de esos beneficios dependiendo de la dieta de la madre. Por lo tanto, en vista de estos resultados, si queremos proporcionar una nutrición de calidad a nuestros bebés, las madres durante la lactancia materna deberán evitar o al menos limitar el consumo de bebidas como los refrescos o los zumos. Por tanto, es importante que se fomenten estrategias tanto a nivel individual como de salud pública para que se reduzca el consumo de estos productos entre la población en general, pero muy especialmente entre las madres durante periodos críticos para el desarrollo de sus bebés como el embarazo y la lactancia.
Referencias:
1. Softic S, Meyer JG, Wang GX, Gupta MK, Batista TM, Lauritzen HPMM, Fujisaka S, Serra D, Herrero L, Willoughby J, Fitzgerald K, Ilkayeva O, Newgard CB, Gibson BW, Schilling B, Cohen DE, Kahn CR. Dietary Sugars Alter Hepatic Fatty Acid Oxidation via Transcriptional and Post-translational Modifications of Mitochondrial Proteins. Cell Metab. 2019;30(4):735-753.e4.
2. DiNicolantonio JJ, O’Keefe JH, Lucan SC. Added fructose: a principal driver of type 2 diabetes mellitus and its consequences. Mayo Clin Proc. 2015;90(3):372-81.
3. Jenness R. The composition of human milk. Semin Perinatol. 1979;3(3):225-39.
4. Goran MI, Martin AA, Alderete TL, Fujiwara H, Fields DA. Fructose in Breast Milk Is Positively Associated with Infant Body Composition at 6 Months of Age. Nutrients. 2017;9(2):146.
5. Berger PK, Fields DA, Demerath EW, Fujiwara H, Goran MI. High-Fructose Corn-Syrup-Sweetened Beverage Intake Increases 5-Hour Breast Milk Fructose Concentrations in Lactating Women. Nutrients. 2018;10(6):669
6. Goran MI, Dumke K, Bouret SG, Kayser B, Walker RW, Blumberg B. The obesogenic effect of high fructose exposure during early development. Nat Rev Endocrinol. 2013;9(8):494-500.
7. Berger PK, Plows JF, Jones RB, Alderete TL, Rios C, Pickering TA, Fields DA, Bode L, Peterson BS, Goran MI. Associations of maternal fructose and sugar-sweetened beverage and juice intake during lactation with infant neurodevelopmental outcomes at 24 months. Am J Clin Nutr. 2020;nqaa255.