El síndrome de ovario poliquístico (SOP) es la endocrinopatía más común en mujeres en edad reproductiva. La prevalencia de esta patología oscila entre el 10-13% en función de factores como la población estudiada, los criterios diagnósticos, y las características de los métodos de evaluación clínica empleados para su diagnóstico.1,2 A pesar de su amplia prevalencia, parece ser uno de los síndromes menos conocidos y comprendidos por la población general y las autoridades sanitarias, quizá por la complejidad de su etiología y fisiopatología, la disparidad de sus manifestaciones clínicas, o la confusión que genera en las pacientes y en su entorno más cercano el propio concepto de SOP (recomendamos este artículo escrito por Xusa Sanz y Pau Oller sobre el SOP). 3
Según los comúnmente utilizados criterios de Rotterdam, las pacientes deben cumplir con dos de los tres siguientes criterios para ser diagnosticadas con SOP: hiperandrogenismo clínico (hirsutismo, acné, alopecia androgénica) o bioquímico (niveles elevados de andrógenos en sangre), oligoanovulación, u ovario poliquístico. 4 Sin embargo, podría ocurrir que, sin indagar en la historia clínica, una mujer presente alteraciones en el ciclo menstrual y ovario poliquístico, y ser erróneamente diagnosticada con SOP. Por este motivo, la Androgen Excess Society estableció que el hiperandrogenismo bioquímico y/o clínico es un requisito necesario para diagnosticar SOP. 5
Además de los signos y síntomas arriba mencionados, las pacientes con SOP pueden presentar otras comorbilidades como diabetes tipo 2, dislipidemia, enfermedad cardiovascular, cáncer de endometrio u obesidad, de modo que el 50-70% de estas pacientes padecen esta última patología.2,3,6 De forma llamativa, el SOP puede coexistir con inflamación crónica de bajo grado, aumentando el riesgo de apnea obstructiva del sueño y diabetes tipo 2 de manera independiente a la edad o la adiposidad.3 En este sentido, la resistencia a la insulina puede provocar un aumento en los niveles circulantes de esta hormona, incrementando la producción ovárica y adrenal de andrógenos y atenuando la síntesis hepática de globulina fijadora de hormonas sexuales (SHBG; es decir, aumentando la concentración de andrógenos libres e intensificando sus efectos biológicos), lo que agrava en consecuencia el cuadro clínico de la enfermedad.7
Dentro del tratamiento estándar, se recomienda a las pacientes con SOP adquirir y mantener hábitos de vida saludable, como aumentar los niveles de actividad física, reducir la conducta sedentaria, practicar ejercicio físico (en este artículo hablamos sobre sus beneficios para estas pacientes), disminuir los niveles de estrés y llevar a cabo una alimentación lo más saludable posible para optimizar la salud general, la calidad de vida, la composición corporal, y el manejo del peso corporal.3 Por ejemplo, en mujeres con SOP y obesidad, perder un 5-10% de peso corporal puede mejorar la salud cardiometabólica, reducir el hiperandrogenismo y la resistencia a la insulina, y restablecer la función menstrual.8,9 Así, resulta crucial disponer de diferentes enfoques terapéuticos que sean seguros, viables, y efectivos para favorecer la pérdida y/o el mantenimiento del peso y la adiposidad corporal. Una de estas potenciales herramientas es la alimentación en horario restringido (uno de los tipos del famoso ayuno intermitente).
Alimentación en horario restringido y SOP
La alimentación en horario restringido (TRE, por sus siglas en inglés) es una de las formas más populares de ayuno intermitente. La TRE consiste en comer durante un periodo limitado de tiempo (p. ej., 4-10 horas) y ayunar durante el resto del día (p. ej., 14-20 horas). Durante la ventana de alimentación, las personas no tienen que controlar qué y cuánto comen, aunque durante el periodo de ayuno sólo pueden tomar agua y algunas bebidas sin energía, como café o infusiones sin endulzar (en la mayoría de los ensayos clínicos, no se permite usar edulcorantes acalóricos).10 Asimismo, la ventana de alimentación puede establecerse durante las horas más tempranas (es decir, TRE temprana), o las últimas horas del día (es decir, TRE tardía; Figura 1).
La creciente popularidad de la TRE se debe principalmente a su simplicidad y efectividad a nivel grupal para perder peso y grasa corporal. De hecho, la literatura científica muestra que en adultos con obesidad, limitar la ventana de alimentación a 4-10 horas al día reduce de manera involuntaria la ingesta energética diaria en 200-550 kcal, lo que resulta en pérdidas de peso corporal de un 3-5% tras periodos de intervención de corta duración.9,11,12 Como comentábamos en un artículo anterior, mirar el reloj, en lugar de controlar las calorías ingeridas, puede ser una poderosa herramienta en la gestión del peso y adiposidad corporal, aliviando potencialmente la sintomatología del SOP.
Figura 1. Protocolos de alimentación en horario restringido. En cada fila se representan diversos protocolos con diferente longitud o momento de ventana de ingesta. Por el momento, desconocemos con certeza qué modalidad de alimentación en horario restringido es la más indicada para facilitar la prevención y el tratamiento de diferentes patologías. Abreviatura: TRE, alimentación en horario restringido. Adaptado de Ezpeleta et al.10
¿Qué dice la evidencia preclínica que investiga el impacto de restringir la ventana de alimentación en el SOP?
Un ensayo en ratones con SOP que seguían una dieta alta en grasa examinó los efectos de un protocolo de TRE durante 8 semanas.13 Cabe destacar que la ventana de alimentación, de 8 horas de duración, se estableció de 10:30 p.m. a 6:30 a.m., en concordancia con los ritmos biológicos de los ratones (al contrario que los humanos, que realizamos nuestras actividades durante el día). Los investigadores observaron que el TRE previno la ganancia de peso y adiposidad corporal (típicamente asociada a una dieta alta en grasas), mejoró la tolerancia a la glucosa, disminuyó la resistencia a la insulina y el hiperandrogenismo, y mejoró la morfología ovárica y hepática en los ratones con SOP en comparación con los ratones con SOP que se alimentaron ad libitum (es decir, de forma libre) durante el estudio.13 Aunque estos resultados son prometedores, es necesario considerar que el TRE supone un cambio mayor en la conducta de los ratones (ej., los ratones comen 20-40 veces durante 24 horas)14, siendo además la adherencia a la TRE menor en personas que en ratones.
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Ya en humanos, otro estudio evaluó el impacto de reducir la ventana de alimentación a 8 horas (de 8 a.m. a 4 p.m.) en la composición corporal y diferentes variables metabólicas y reproductivas en 15 mujeres con SOP anovulatorio y sobrepeso u obesidad.15 Durante las 5 semanas de TRE, los investigadores animaron a las pacientes a no cambiar ni la composición de la dieta ni la cantidad de los alimentos consumidos habitualmente (aunque no se midió la ingesta calórica), limitándose exclusivamente a adherirse a la ventana de alimentación asignada. Tras la intervención, las pacientes perdieron de media ≈1,7% de peso corporal, reduciendo su adiposidad corporal, la resistencia a la insulina y los niveles de andrógenos libres en sangre en comparación con el momento previo a la intervención.15 Aunque estos hallazgos se encuentran en línea con otro ensayo clínico,16 en ninguno de los dos estudios hubo un grupo control o de tratamiento estándar,15,16 por lo que no podemos asegurar con certeza que los resultados observados se deban únicamente a la TRE, y no a otros posibles factores de confusión.
Aunque necesitamos más estudios y de mayor calidad metodológica en pacientes con diferentes fenotipos del SOP, estos resultados preliminares sugieren que la TRE puede mejorar el cuadro clínico en pacientes con SOP de manera “sencilla”, ya que gran parte de las pacientes reportó adherirse con facilidad a la TRE, superando a nivel grupal la baja adherencia que encontramos con la restricción calórica convencional.10,15
Cuándo se come también puede importar
Gran parte de la fisiología de los mamíferos, incluidos los seres humanos, opera en periodos de ≈24 horas. Estos ritmos diarios abarcan desde conductas tan evidentes como el sueño y la vigilia, o la alimentación y el ayuno, hasta otros compases sutiles e involuntarios, como la presión arterial, la temperatura corporal, la función cognitiva, o la tolerancia a la glucosa. Estos ritmos circadianos (del latín circa, alrededor de; y diem, día) juegan un rol esencial en la fisiología humana, y su alteración contribuye al envejecimiento y a diferentes patologías.17 Sin ir más lejos, controlar cuándo comemos puede ser un engranaje más a considerar en la prevención y tratamiento de algunas enfermedades (recomiendo leer este artículo de Adrián Castillo para descubrir el impacto fisiológico y metabólico de alimentarnos a diferentes horas del día).
Dado el prometedor potencial de redistribuir lo que comemos a lo largo del día, Jakubowicz y colaboradores asignaron de manera aleatorizada a 60 mujeres con SOP y sin sobrepeso u obesidad a realizar una de dos dietas isocalóricas (≈1800 kcal/día) durante 12 semanas con idéntica composición de nutrientes, pero con una distribución de comidas diferente. En una intervención, más del 50% de los requerimientos energéticos de las participantes se consumió en el desayuno (grupo D), mientras que en la otra, se ingirió en la cena (grupo C).18
Como era de esperar, en ningún grupo hubo cambios en el peso y la composición corporal de las pacientes después de ambas intervenciones. Sin embargo, en el grupo D se observó un descenso en la resistencia a la insulina, mayor tolerancia a la glucosa (Figura 2), menores niveles de andrógenos libres, y un mayor índice de ovulación al finalizar la intervención en comparación con el grupo C.18 Aunque estos hallazgos aún no han sido replicados, consumir una mayor cantidad de energía durante las primeras horas del día podría aliviar la sintomatología de las pacientes con SOP.
Figura 2. Efectos de la distribución de la ingesta calórica en la concentración sanguínea de glucosa (A y B) e insulina (C y D) durante una prueba de tolerancia oral a la glucosa, donde se ingieren 75 g de glucosa. * denota diferencias significativas entre grupos en un mismo momento temporal. Adaptado de Jakubowicz et al.18
Conclusiones
La TRE parece ser una estrategia útil dentro del arsenal de herramientas disponibles para facilitar la reducción o el manejo del peso y la adiposidad corporal en pacientes con SOP. Del mismo modo, consumir la mayor cantidad de alimentos posible durante las primeras horas del día, en sincronía con los ritmos circadianos, parece mejorar la salud metabólica de forma independiente al peso y composición corporal de estas pacientes. Se necesitan más ensayos clínicos para corroborar estos hallazgos preliminares, pero “mirar el reloj” es otro aspecto que puede ayudar a mejorar la sintomatología de las mujeres con SOP.
Referencias:
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2. Escobar-Morreale, H. F. Polycystic ovary syndrome: Definition, aetiology, diagnosis and treatment. Nature Reviews Endocrinology vol. 14 270–284 (2018).
3. Teede, H. J. et al. Recommendations from the 2023 international evidence-based guideline for the assessment and management of polycystic ovary syndrome. Eur J Endocrinol 189, G43–G64 (2023).
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5. Azziz, R. et al. Position statement: Criteria for defining polycystic ovary syndrome as a predominantly hyperandrogenic syndrome: An androgen excess society guideline. Journal of Clinical Endocrinology and Metabolism 91, 4237–4245 (2006).
6. Barber, T. M., Hanson, P., Weickert, M. O. & Franks, S. Obesity and Polycystic Ovary Syndrome: Implications for Pathogenesis and Novel Management Strategies. Clin Med Insights Reprod Health 13, 117955811987404 (2019).
7. Dumesic, D. A. et al. Scientific statement on the diagnostic criteria, epidemiology, pathophysiology, and molecular genetics of polycystic ovary syndrome. Endocrine Reviews vol. 36 487–525 (2015).
8. Moran, L. J., Pasquali, R., Teede, H. J., Hoeger, K. M. & Norman, R. J. Treatment of obesity in polycystic ovary syndrome: a position statement of the Androgen Excess and Polycystic Ovary Syndrome Society. Fertil Steril 92, 1966–1982 (2009).
9. McCartney, C. R. & Marshall, J. C. CLINICAL PRACTICE. Polycystic Ovary Syndrome. N Engl J Med 375, 54–64 (2016).
10. Ezpeleta, M. et al. Time-restricted eating: Watching the clock to treat obesity. Cell Metab (2024) doi:10.1016/j.cmet.2023.12.004.
11. Petersen, M. C. et al. Complex physiology and clinical implications of time-restricted eating. Physiol Rev 102, 1991–2034 (2022).
12. Varady, K. A., Cienfuegos, S., Ezpeleta, M. & Gabel, K. Clinical application of intermittent fasting for weight loss: progress and future directions. Nature Reviews Endocrinology vol. 18 309–321 (2022).
13. Han, Y. et al. Time-restricted feeding improves metabolic and endocrine profiles in mice with polycystic ovary syndrome. Front Endocrinol (Lausanne) 13, 1057376 (2022).
14. Jensen, T. L., Kiersgaard, M. K., Sørensen, D. B. & Mikkelsen, L. F. Fasting of mice: A review. Laboratory Animals vol. 47 225–240 (2013).
15. Li, C. et al. Eight-hour time-restricted feeding improves endocrine and metabolic profiles in women with anovulatory polycystic ovary syndrome. J Transl Med 19, 1–9 (2021).
16. Feyzioglu, B. S., Güven, C. M. & Avul, Z. Eight-Hour Time-Restricted Feeding: A Strong Candidate Diet Protocol for First-Line Therapy in Polycystic Ovary Syndrome. Nutrients 15, 2260 (2023).
17. López-Otín, C. & Kroemer, G. Hallmarks of Health. Cell vol. 184 33–63 (2021).
18. Jakubowicz, D., Barnea, M., Wainstein, J. & Froy, O. Effects of caloric intake timing on insulin resistance and hyperandrogenism in lean women with polycystic ovary syndrome. Clin Sci 125, 423–432 (2013).