Desde que, en los años 50 del siglo pasado, Jeremy Morris mostraba por primera vez —en el archiconocido “London Bus Study”—, que podía existir una relación entre la práctica regular de actividad física y la salud cardiovascular (para más información puedes leer este artículo),1 décadas de investigación científica han demostrado que cuando hacemos ejercicio nos encontramos más saludables. Sin embargo, cuando se habla de los beneficios del ejercicio físico, la mayoría de las personas tienen un fuerte sesgo hacia la salud física; se centran en cómo el ejercicio regular mejora la composición corporal, aumenta la fuerza y la resistencia, o mejora su salud metabólica. Pero sus beneficios no terminan ahí (tal y como hemos visto en anteriores artículos; Artículo 1, Artículo 2). Hoy sabemos que realizar ejercicio es, al menos, igual de importante para nuestro cerebro. Así es: el ejercicio no solo nos hace estar más fuertes, más veloces, y en general, más sanos físicamente; también nos puede hacer más inteligentes.2
El ejercicio físico, mucho más que una herramienta para mantenerse en forma
En un anterior artículo hablamos de lo que conocemos como neuroplasticidad y la idea de que el cerebro humano está en un constante estado de cambios —funcionales y estructurales— como resultado del aprendizaje y las oportunidades vividas. Sin embargo, existen “períodos sensibles” clave, como la primera infancia y la adolescencia, durante los cuales el cerebro es especialmente receptivo a determinadas experiencias. Lo que ocurre en la vida de un niño durante estos momentos críticos puede tener un notable impacto en su desarrollo cerebral y cognitivo.
El ejercicio físico puede jugar un papel crucial en este proceso (en este artículo destacamos los efectos del ejercicio sobre el desarrollo cerebral de los niños). Diversos estudios han demostrado que la actividad física regular en los niños promueve la neuroplasticidad, facilitando que el cerebro se adapte con mayor facilidad y aprenda mejor.3 El ejercicio fomenta cambios profundos en el cerebro, desde el aumento del flujo sanguíneo hasta la liberación de factores como el BDNF, clave para la creación de nuevas conexiones neuronales.4 Estos cambios no solo mejoran la salud cardiovascular, sino que también crean un entorno ideal para el aprendizaje y la resolución de problemas, habilidades esenciales para el desarrollo intelectual durante la infancia.
Las bondades del ejercicio son tan sorprendentes que incluso una única sesión puede impactar en el rendimiento cognitivo y académico de los niños. Charles Hillman, probablemente uno de los investigadores que más ha estudiado el vínculo entre el ejercicio y el cerebro de los más jóvenes, encontró que andar tan solo 20 minutos genera un incremento significativo en la actividad cerebral en las áreas relacionadas con la atención y el control cognitivo de niños preadolescentes, en comparación con permanecer sentado durante el mismo tiempo (Figura 1).5 Además, también se observaron mejores resultados en pruebas de comprensión lectora realizadas justo después del ejercicio (Figura 2). Esto sugiere que el ejercicio no solo beneficia al cerebro en el largo plazo, sino que también ejerce una influencia casi inmediata, ayudando a los niños a sacar mejores notas.
Figura 1. Actividad cerebral promedio de estudiantes que realizaron una caminata de 20 minutos comparada con la de estudiantes que permanecieron sentados durante el mismo tiempo. Las imágenes del cerebro indican que tras la sesión de ejercicio se observa un incremento en la actividad cerebral en las regiones asociadas con la atención y el control cognitivo, representado por colores más intensos (rojo y amarillo). En contraste, la actividad de los estudiantes que permanecieron sentados es considerablemente menor (representado por colores fríos como el azul).5
Figura 2. Efecto de una sola sesión de ejercicio aeróbico en el rendimiento académico de niños preadolescentes.5
Pero entonces, ¿los niños que hacen ejercicio son más inteligentes?
La inteligencia, habitualmente medida a través del coeficiente intelectual (CI), no solo predice el éxito académico, sino también aspectos cruciales de la vida como la salud, la felicidad e incluso la esperanza de vida. Aunque la genética influye en nuestra inteligencia, no es el único factor determinante. Ni tan siquiera el más importante. De hecho, solo un 15% parece estar relacionado con nuestros genes, mientras que más del 80% parece estar determinado por el ambiente.6,7 Esto significa que el entorno y las experiencias, como el hecho de practicar ejercicio regularmente, pueden jugar un papel clave en el desarrollo intelectual.
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¿Significa esto que los niños que hacen ejercicio son más inteligentes? La ciencia lo respalda: un rotundo sí. Un meta-análisis realizado por miembros de Fissac, junto a expertos como Fran Ortega, que incluyó más de 3.200 participantes entre 5 y 14 años, concluyó que el ejercicio mejora la inteligencia.7 En términos concretos, los programas de ejercicio mejoran el CI de los niños y adolescentes una media de 4 puntos, un resultado comparable al que se obtiene por cada año de educación formal.8 De forma llamativa, estos beneficios se observaron tanto en niños con niveles de inteligencia normativos como en aquellos con niveles más bajos, demostrando que el ejercicio es una herramienta inclusiva y accesible.7 Pero los efectos positivos no se limitaron al CI; el ejercicio también aumenta la inteligencia fluida, fundamental para resolver problemas y adaptarse a nuevas situaciones, habilidades clave para los más jóvenes en su día a día. La sesión tipo tendría una duración de entre 30-60 minutos de intensidad moderada a vigorosa y se realizaría unas 3-5 veces por semana.
Figura 3. Efecto del ejercicio sobre la inteligencia en niños y adolescentes.7
Por lo tanto, fomentar la participación en programas de ejercicio desde edades tempranas no solo mantiene a los niños en forma físicamente, sino que también lo hace mentalmente, potenciando habilidades cognitivas esenciales para el éxito académico, la vida diaria e incluso su esperanza de vida. Una mejora en la puntuación en los tests de inteligencia reduce el riesgo de muerte en un 24% a lo largo de décadas de seguimiento.9 Esto subraya cómo los hábitos activos durante la infancia no solo pueden potenciar el desarrollo intelectual, sino que también pueden tener un impacto positivo en la salud futura.
Conclusiones
Exercise is medicine es un mantra que ha ido ganando fuerza desde los tiempos en los que Morris demostró que moverse era bueno para la salud cardiovascular.1 Hoy sabemos que este principio también aplica al cerebro. Como titularon recientemente Fran Ortega e Irene Esteban una editorial publicada en la prestigiosa revista British Journal of Sports Medicine, también ‘El ejercicio es medicina para el cerebro’.
Si quieres ser más fuerte, entrena; si quieres correr más rápido, prepárate físicamente; si quieres ser más inteligente, ¡muévete! Como bien resumió nuestro compañero Óscar Martínez-de-Quel en su artículo sobre los beneficios del ejercicio físico en el rendimiento académico, “Si quieres sacar mejores notas, haz deporte”. Así que la próxima vez que escuches a un padre decirle a su hijo “Si no apruebas, te quito de los entrenamientos”, recuérdale que el deporte no es un obstáculo para aprender, sino una de las mejores herramientas para lograrlo.
Referencias:
1. Morris, J. N., Heady, J. A., Raffle, P. A. B., Roberts, C. G. & Parks, J. W. Coronary heart-disease and physical activity of work. Lancet 262, 1053–1057 (1953).
2. Hillman, C. H., Erickson, K. I. & Kramer, A. F. Be smart, exercise your heart: exercise effects on brain and cognition. Nature Reviews Neuroscience 2008 9:1 9, 58–65 (2008).
3. Revelo Herrera, S. G. & Leon-Rojas, J. E. The Effect of Aerobic Exercise in Neuroplasticity, Learning, and Cognition: A Systematic Review. Cureus (2024) doi:10.7759/cureus.54021.
4. Solis-Urra, P. et al. Exercise as medicine for the brain: moving towards precise and personalised recommendations. Br J Sports Med 58, 693–695 (2024).
5. Hillman, C. H. et al. The effect of acute treadmill walking on cognitive control and academic achievement in preadolescent children. Neuroscience 159, 1044–1054 (2009).
6. Åberg, M. A. I. et al. Cardiovascular fitness is associated with cognition in young adulthood. Proc Natl Acad Sci U S A106, 20906–20911 (2009).
7. Morales, J. S. et al. Exercise Interventions and Intelligence in Children and Adolescents: A Meta-Analysis. Children and Adolescents: A Meta-Analysis. Pediatrics 154, 2023064771 (2024).
8. Ritchie, S. J. & Tucker-Drob, E. M. How Much Does Education Improve Intelligence? A Meta-Analysis. Psychol Sci 29, 1358–1369 (2018).
9. Calvin, C. M. et al. Intelligence in youth and all-cause-mortality: Systematic review with meta-analysis. Int J Epidemiol40, 626–644 (2011).
2 respuestas
Es esperanzador que poco a poco vaya ganando populoaridad este contenido. Hace unos años hice una investigación sobre como el ejercicio físico mejoraba el redimiento académico y la memoria de trabajo, por lo que me ha encantado leerlo. Intento aplicarlo en el dia a dia del colegio donde trabajo.
¡Muchas gracias por tu comentario, Norberto! Es fantástico saber que hay personas como tú aplicando estos principios en entornos escolares. ¡Ánimo con esa gran labor! Un abrazo cordial.