El desarrollo de vacunas ha sido fundamental para el control de la pandemia de COVID-19. Ya son varias vacunas (ej., Pfizer, AstraZeneca, Moderna) las que han demostrado eficacia contra el virus. Sin embargo, debemos tener en cuenta que existen diversos factores, tanto modificables como no modificables (como puede ser la edad) que han mostrado influir en las respuestas inmunes inducidas por la vacunación (1), y que podrían por lo tanto influir también potencialmente en la eficacia de las vacunas contra el COVID-19.
Actividad física regular y/o una buena forma física como coadyuvante a la vacuna
Uno de los factores que puede afectar la eficacia de las vacunas es el ejercicio y la forma física, los cuáles han mostrado modular la respuesta inmune en estudios realizados en otras vacunas como la de la gripe. Por ejemplo, un reciente estudio transversal ha mostrado que los deportistas de élite presentan una mayor respuesta celular (aumento de células T) y de anticuerpos tras ser vacunados de la gripe (2). Estos resultados podrían ser especialmente relevantes si fuesen aplicables a las personas mayores (las más vulnerables a la infección), y la evidencia parece ser prometedora en este sentido. Un estudio ya clásico mostró que las personas mayores activas (los que realizaban más de 20 minutos al día de ejercicio vigoroso, al menos 3 días a la semana) tenían una mayor respuesta de anticuerpos tras vacunarse de la gripe que los participantes de la misma edad pero inactivos (3). De forma similar, un estudio realizado en personas mayores mostró que aquellas que andaban más (más de 18.500 pasos al día de media) presentaban una mejor respuesta inmunológica tras la vacunación que aquellos más inactivos (menos de 10.927 pasos al día) (4), y otro estudio mostró que personas mayores que habían realizado deporte durante más de 17 años tenían una mayor respuesta de anticuerpos tras la vacunación que las personas mayores no entrenadas (Figura 1) (5).
¿Debemos entrenar para mejorar la eficacia de la vacuna?
Por lo tanto, parece claro que una mejor forma física y/o realizar actividad física de forma regular aumenta las respuestas inmunes tras la vacunación. ¿Puede entonces un programa de ejercicio ser recomendable para aumentar la respuesta inmune de la población vacunada? Para contestar a esta pregunta, diversos ensayos clínicos han evaluado la respuesta inmune de un grupo de personas mayores (>64 años) a los que aleatorizaban a realizar ejercicio durante 10 meses (3 sesiones semanales de hasta una hora de ejercicio ‘aeróbico’) o a mantener su rutina habitual, siendo vacunados de la gripe tanto antes como después de los 10 meses de intervención (6,7). Los resultados fueron claros: tras participar en la intervención de entrenamiento, las respuestas inmunes a la vacuna (cantidad de anticuerpos) mejoraban (Figura 2) (6,7).
¿Puede ser una sesión de ejercicio suficiente?
Más controversia existe, sin embargo, sobre si una sola sesión de ejercicio realizada en el momento de la vacunación podría aumentar la respuesta inmune. Fundamentándose en estudios clásicos en animales que habían observado una mayor respuesta de anticuerpos tras la vacunación cuando éstos eran sometidos a una situación de estrés durante la misma, el grupo del Dr. Edwards publicó un estudio en el que sometieron a 60 adultos a un grupo control o a un grupo de estrés físico (ejercicio consistente en una prueba incremental hasta llegar al 80% de la potencia pico) o mental (una prueba de atención mental) inmediatamente antes de la vacunación contra la gripe. Los resultados mostraron que tanto el grupo de estrés mental como el de ejercicio tenían una mayor respuesta de anticuerpos a las 4 y 20 semanas tras la vacunación, estando esta respuesta correlacionada con el aumento de interleucina-6 en el caso del ejercicio (8). Así, se confirmaba que el ejercicio ‘agudo’ podía ser una estrategia coadyuvante a la vacunación, y de hecho el mismo grupo de investigación mostró poco después que realizar ejercicio localizado con el brazo (contracciones excéntricas de curl de bíceps y abducciones de hombro) seis horas antes de la vacuna de la gripe aumentaba la respuesta celular en hombres y de anticuerpos en mujeres (9). Además, un estudio reciente en personas mayores (edad media de 73 años) mostró que el ejercicio agudo de fuerza realizado antes de la vacuna de la gripe reducía las reacciones adversas a la vacunación, aunque en este caso no se observaron beneficios en la respuesta inmune (10).
Es importante mencionar, no obstante, que la intensidad parece jugar un papel clave en los potenciales beneficios del ejercicio agudo como coadyuvante a la vacuna. Así, mientras que los estudios anteriormente mencionados encontraron beneficios en la respuesta inmune al aplicar intensidades relativamente altas (80% de la potencia pico en la bicicleta, o ejercicio de fuerza con cargas superiores al 70% de la repetición máxima), otros estudios que han evaluado los efectos de realizar una única sesión de ejercicio aeróbico a intensidad ligera (45 minutos al <65% de la frecuencia cardíaca máxima) no han observado beneficios consistentes (11,12).
Relevancia práctica y conclusiones
Tratar de maximizar la eficacia y seguridad de las vacunas en general y contra el COVID-19 en particular es fundamental, especialmente para los segmentos de la población más vulnerables como son las personas muy mayores o los pacientes frágiles. De hecho, aunque los estudios de validación de las vacunas contra el COVID-19 han sido muy completos considerando los márgenes de tiempo en los que han sido realizados, la evidencia en torno a su eficacia en algunos segmentos de la población extremos como las personas muy mayores y frágiles podría no ser tan amplia, como comentaba un artículo de opinión en la prestigiosa revista Age and Ageing (13). De hecho, estudios previos realizados con la vacuna de la gripe muestran que ésta puede presentar una menor eficacia en las personas mayores (disminuyendo desde un 52% en las personas con 50-54 años hasta solo un 11% en las personas con más de 65 años) (14), lo cual es debido al proceso denominado como ‘inmunosenescencia’ (empeoramiento del sistema inmune asociado al envejecimiento, y que desemboca en un mayor riesgo de infecciones) (15).
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Teniendo esto en cuenta, el ejercicio físico regular podría ser considerado como una estrategia complementaria a las vacunas, especialmente para las personas con la función inmune deteriorada (por ejemplo, en pacientes con cáncer o en personas muy mayores). Además, aunque son necesarios más estudios que confirmen su eficacia, el ejercicio agudo (una única sesión de ejercicio relativamente intensa realizada justo antes de vacunarse) parece postularse como una estrategia eficaz para aumentar la respuesta inmunitaria inducida por la vacuna.
Aunque la vacunación se sitúa ahora como el objetivo principal en la lucha contra el virus, no debemos olvidar el importante papel de un estilo de vida activo para mantener un sistema inmune sano, lo cual puede influir de hecho en la eficacia de las vacunas.
Referencias:
1. Zimmermann P, Curtis N. Factors that influence the immune response to vaccination. Clin Microbiol Rev. 2019;32(2):1–50.
2. Ledo A, Schub D, Ziller C, Enders M, Stenger T, Gärtner BC, et al. Elite athletes on regular training show more pronounced induction of vaccine-specific T-cells and antibodies after tetravalent influenza vaccination than controls. Brain Behav Immun. 2020;83:135–45.
3. Kohut ML, Cooper MM, Nickolaus MS, Russell DR, Cunnick JE. Exercise and psychosocial factors modulate immunity to influenza vaccine in elderly individuals. Journals Gerontol – Ser A Biol Sci Med Sci. 2002;57(9):557–62.
4. Wong GCL, Narang V, Lu Y, Camous X, Nyunt MSZ, Carre C, et al. Hallmarks of improved immunological responses in the vaccination of more physically active elderly females. Exerc Immunol Rev. 2019;25(39):20–33.
5. de Araújo AL, Silva LCR, Fernandes JR, Matias M de ST, Boas LS, Machado CM, et al. Elderly men with moderate and intense training lifestyle present sustained higher antibody responses to influenza vaccine. Age (Omaha). 2015;37(6):4–11.
6. Kohut ML, Arntson BA, Lee W, Rozeboom K, Yoon KJ, Cunnick JE, et al. Moderate exercise improves antibody response to influenza immunization in older adults. Vaccine. 2004;22(17–18):2298–306.
7. Woods JA, Keylock KT, Lowder T, Vieira VJ, Zelkovich W, Dumich S, et al. Cardiovascular exercise training extends influenza vaccine seroprotection in sedentary older adults: The immune function intervention trial. J Am Geriatr Soc. 2009;57(12):2183–91.
8. Edwards KM, Burns VE, Reynolds T, Carroll D, Drayson M, Ring C. Acute stress exposure prior to influenza vaccination enhances antibody response in women. Brain Behav Immun. 2006;20(2):159–68.
9. Edwards KM, Burns VE, Allen LM, McPhee JS, Bosch JA, Carroll D, et al. Eccentric exercise as an adjuvant to influenza vaccination in humans. Brain Behav Immun. 2007;21(2):209–17.
10. Bohn-Goldbaum E, Pascoe A, Singh MF, Singh N, Kok J, Dwyer DE, et al. Acute exercise decreases vaccine reactions following influenza vaccination among older adults. Brain, Behav Immun – Heal. 2020;1(October 2019):100009.
11. Long JE, Ring C, Drayson M, Bosch J, Campbell JP, Bhabra J, et al. Vaccination response following aerobic exercise: Can a brisk walk enhance antibody response to pneumococcal and influenza vaccinations? Brain Behav Immun. 2012;26(4):680–7.
12. Ranadive SM, Cook M, Kappus RM, Yan H, Lane AD, Woods JA, et al. Effect of acute aerobic exercise on vaccine efficacy in older adults. Med Sci Sports Exerc. 2014;46(3):455–61.
13. Soiza RL, Scicluna C, Thomson EC. Efficacy and safety of COVID-19 vaccines in older people. Age Ageing. 2021;In press.
14. McLean HQ, Thompson MG, Sundaram ME, Kieke BA, Gaglani M, Murthy K, et al. Influenza vaccine effectiveness in the United States during 2012-2013: Variable protection by age and virus type. J Infect Dis. 2015;211(10):1529–40.
15. Duggal NA, Niemiro G, Harridge SDR, Simpson RJ, Lord JM. Can physical activity ameliorate immunosenescence and thereby reduce age-related multi-morbidity? Nat Rev Immunol. 2019;19(9):563–72.