Los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 se recordarán no solo por el extraordinario rendimiento deportivo en medio de un entorno marcado por la pandemia de la COVID-19, sino también por el valiente acto de la gimnasta Simone Biles al anteponer su salud mental y física sobre cualquier presea. La presión y las miradas del mundo sobre ella hicieron eco de una realidad: los atletas, incluso los más icónicos, son seres humanos susceptibles a la presión y el estrés. Dos años después de aquel impactante momento, Biles ha hecho un regreso triunfal al escenario deportivo, asegurando una victoria esencial en su ruta hacia los Juegos Olímpicos de París 2024. Esta semana, en un recordatorio de que el cuidado de la salud mental sigue siendo primordial en el deporte de élite, el baloncestista español Ricky Rubio ha decidido hacer una pausa en su carrera para centrarse en su bienestar emocional, ausentándose del próximo Mundial de Baloncesto. Es evidente que la conversación sobre la salud mental en el deporte profesional sigue más vigente que nunca.
Sin embargo, el de Biles no es un caso aislado, ni mucho menos. Son muchos los deportistas de élite que, en un contexto de máxima exigencia física y sobre todo mental, necesitan acudir a especialistas para tratar y entrenar un aspecto que mucha gente obvia: la mente. Desde la propia Biles a la ex-número 1 del tenis mundial, la japonesa Naomi Osaka, pasando por Robin Soderling, Michael Phelps, Kevin Love, Álex Abrines o Ian Thorpe. Lamentablemente, en algunos casos cuando se advierte el problema, ya es demasiado tarde y acaba de la peor de las maneras, con la persona quitándose la vida. Es lo que pasó con la ciclista estadounidense Kelly Catlin (medallista de plata en Río 2016). Paradójicamente, detrás de muchos de estos problemas mentales en ocasiones está el éxito deportivo. Algo así como lo que a principios del s. XX describió Freud: “los que fracasan cuando triunfan”.
Hasta ahora tener problemas mentales era a menudo percibido como una debilidad – sobre todo entre los deportistas (1). Por ello, el que estos verbalicen sus problemas mentales está posibilitando darle visibilidad a un problema que, además, no es nada raro. De hecho, un meta-análisis que incluyó a más de 7.000 deportistas de élite demostró que la prevalencia de síntomas relacionados con algún trastorno de la salud mental oscila entre el 19–34% para los que se encuentran en activo y entre el 16–26% para los ya retirados (2). El deporte de élite y el ambiente generado a su alrededor podría comprometer la salud mental, aumentando los síntomas de ansiedad y depresión debido principalmente al sobreentrenamiento, las lesiones y el estrés físico y mental (3). Y este es un grave problema a tratar, ya que los problemas mentales se asocian con un mayor riesgo de mortalidad prematura (4). Desgraciadamente, como hemos visto antes, también existen casos de suicidio entre los deportistas de alto rendimiento (5). Estos datos están contribuyendo a que la salud mental de los deportistas esté recibiendo cada vez mayor atención por parte de las comunidades médica y científica. Así, varias de las principales instituciones mundiales en materia de salud y deporte han publicado en los últimos años declaraciones de consenso o guías de recomendación para el manejo de la salud mental de los deportistas de élite (6–8).
¿Pero cómo afecta la enfermedad mental a la esperanza de vida en los deportistas de élite?
No solo el ejercicio físico moderado realizado regularmente, sino también el deporte de alto rendimiento, se asocia con un menor riesgo de muerte por las principales enfermedades no transmisibles: las enfermedades cardiovasculares y el cáncer (9). De hecho, los deportistas de élite viven alrededor de 5 años más que la población general (10). Y aunque los deportistas de alto rendimiento experimentan trastornos de la salud mental (p.ej., síntomas depresivos) similares a los de la población general (11), los deportistas podrían tener también un menor riesgo de mortalidad por enfermedad mental que la población general. Es lo que determinó un reciente estudio que analizó a ex-deportistas estadounidenses que habían participado en los Juegos Olímpicos entre 1912 y 2012 (12). Los datos mostraron un riesgo de muerte por trastornos mentales y de la alimentación o suicidio un 32% menor que el de la población general (12). Aunque hubo algunas excepciones (p. ej., los tiradores), los resultados se corroboraron al analizar por subgrupos para deportes individuales como el atletismo, el remo o la natación. Además, este menor riesgo de muerte en los deportistas se obtuvo independientemente de si habían sido medallistas olímpicos o no, demostrando que el éxito de estos deportistas en sus respectivas disciplinas no afectó a su esperanza de vida (12).
El menor riesgo demostrado por los deportistas a morir por una enfermedad mental o un suicidio podría explicarse en parte a través de determinados factores, genéticos y no genéticos. Entre los segundos, encontraríamos: hábitos de vida más saludable – que suele incluir no fumar, no beber y una dieta sana y equilibrada (13) – y algunos condicionantes sociales que, a su vez, les permiten estilos de vida más favorables en comparación con la población que no somos deportistas profesionales. Así, por ejemplo, los deportistas de élite disfrutan de un mejor status socioeconómico y un mayor nivel educativo. Por ejemplo, es el caso de Estados Unidos, ya que debido al destacado papel que desempeña el sistema universitario en el deporte estadounidense, los deportistas olímpicos tienen más probabilidades que la población general de asistir a las universidades y graduarse en ellas (14). Tanto un mejor status socioeconómico como un mejor nivel educativo se han asociado con una menor tasa de suicidios (15–17).
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Conclusiones
Todos los casos que en los últimos años han ido apareciendo de deportistas reconociendo públicamente que sufren un trastorno mental han contribuido a que la palabra “depresión” empiece a liberarse y a perder su connotación negativa. E igual que si un deportista se lesiona del hombro o sufre una lesión de los ligamentos de la rodilla acude a tratarse, cuando tiene algún problema mental, es necesario que se trate también esa lesión con el especialista adecuado (p.ej., los psicólogos deportivos o psiquiatras). Los trastornos mentales son un lastre demasiado pesado de soportar de manera individual.
El deporte es una vía de escape increíble para mucha gente por sus múltiples beneficios sobre la salud en general y sobre la mental en particular. Estos beneficios parece que se mantienen incluso cuando el ejercicio se realiza al más alto nivel de competición. No obstante, vinculado al actual contexto que vive el deporte de élite (quizá nunca antes visto), donde muchos deportistas sufren la enorme presión de las redes sociales, los patrocinadores y la propia carga de entrenamientos y competiciones, se debe tener en cuenta que se enfrentan a una realidad muy compleja y que puede poner en jaque a su salud mental. El trabajo con psicólogos deportivos debería ser parte fundamental de la preparación de los deportistas de élite.
Referencias:
1. Castaldelli-Maia JM, Gallinaro JG de M e, Falcão RS, Gouttebarge V, Hitchcock ME, Hainline B, et al. Mental health symptoms and disorders in elite athletes: a systematic review on cultural influencers and barriers to athletes seeking treatment. Br J Sports Med. 2019;53(11):707–21.
2. Gouttebarge V, Castaldelli-Maia JM, Gorczynski P, Hainline B, Hitchcock ME, Kerkhoffs GM, et al. Occurrence of mental health symptoms and disorders in current and former elite athletes: a systematic review and meta-analysis. Br J Sports Med. 2019;53(11):700–6.
3. Rice SM, Purcell R, De Silva S, Mawren D, McGorry PD, Parker AG. The Mental Health of Elite Athletes: A Narrative Systematic Review. Sport Med. 2016;46(9):1333–53.
4. Plana-Ripoll O, Pedersen CB, Agerbo E, Holtz Y, Erlangsen A, Canudas-Romo V, et al. A comprehensive analysis of mortality-related health metrics associated with mental disorders: a nationwide, register-based cohort study. Lancet. 2019;394(10211):1827–35.
5. Baum AL. Suicide in Athletes: A Review and Commentary. Clin Sports Med. 2005;24(4):853–69.
6. Reardon CL, Hainline B, Aron CM, Baron D, Baum AL, Bindra A, et al. Mental health in elite athletes: International Olympic Committee consensus statement (2019). Br J Sports Med. 2019;53(11):667–99.
7. Henriksen K, Schinke R, McCann S, Durand-Bush N, Moesch K, Parham WD, et al. Athlete mental health in the Olympic/Paralympic quadrennium: a multi-societal consensus statement. Int J Sport Exerc Psychol. 2020;18(3):391–408.
8. Van Slingerland KJ, Durand-Bush N, Bradley L, Goldfield G, Archambault R, Smith D, et al. Canadian Centre for Mental Health and Sport (CCMHS) Position Statement: Principles of Mental Health in Competitive and High-Performance Sport. Clin J Sport Med. 2019;29(3):173–80.
9. Garatachea N, Santos-Lozano A, Sanchis-Gomar F, Fiuza-Luces C, Pareja-Galeano H, et al. Elite athletes live longer than the general population: a meta-analysis. Mayo Clin Proc. 2014;89(9):1195–200.
10. Antero J, Tanaka H, De Larochelambert Q, Pohar-Perme M, Toussaint JF. Female and male US Olympic athletes live 5 years longer than their general population counterparts: A study of 8124 former US Olympians. Br J Sports Med. 2021;55(4):206–12.
11. Gorczynski PF, Coyle M, Gibson K. Depressive symptoms in high-performance athletes and non-athletes: a comparative meta-analysis. Br J Sports Med. 2017;51(18):1348–54.
12. Duncombe SL, Tanaka H, De Larochelambert Q, Schipman J, Toussaint JF, Antero J. High hopes: Lower risk of death due to mental disorders and self-harm in a century-long US Olympian cohort compared with the general population. Br J Sports Med. 2020;55(16):900-905.
13. Fogelholm M, Kaprio J, Sarna S. Healthy lifestyles of former finnish world class athletes. Med Sci Sports Exerc. 1994;26(2):224–9.
14. Eisen G, Turner D. Myth & Reality: Social Mobility of the American Olympic Athletes. Int Rev Sociol Sport. 1992;27(2):165–74.
15. Rehkopf DH, Buka SL. The association between suicide and the socio-economic characteristics of geographical areas: a systematic review. Psychol Med. 2006;36(2):145–57.
16. Phillips JA, Hempstead K. Differences in U.S. Suicide Rates by Educational Attainment, 2000–2014. Am J Prev Med. 2017;53(4):e123–30.
17. Abel EL, Kruger ML. Educational Attainment and Suicide Rates in the United States. Psychol Re. 2005;97(1):25–8.
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