Las sociedades están envejeciendo exponencialmente gracias en parte al aumento en la esperanza de vida, y de hecho la Organización Mundial de la Salud estima que la proporción de personas mayores (>60 años) casi se duplique hasta 2050. Sin embargo, un aumento en la esperanza de vida no está necesariamente asociado con una mayor calidad de vida. Por ejemplo, un estudio que combinó datos del Instituto Nacional de Estadística y la Encuesta Nacional de Salud mostró que, a pesar de un aumento en la esperanza de vida en España en la última década, tanto los hombres como las mujeres pasan una mayor parte de su vejez viviendo con enfermedades crónicas (por ejemplo, dolor de espalda, colesterol alto, diabetes, hipertensión y otras enfermedades cardiovasculares).1
Esta situación resalta la necesidad de desarrollar estrategias destinadas a mejorar la calidad de vida entre las personas mayores, para lo cual es clave prevenir las enfermedades crónicas y el deterioro funcional. Entre muchos otros factores modificables, mantenerse físicamente activos a lo largo de la vida juega un papel crucial.2 Sin embargo, la realidad es que actualmente nos enfrentamos a una pandemia de inactividad física, especialmente entre los mayores. Se estima que aproximadamente el 12.5% de los europeos mayores de 55 años son físicamente inactivos, y esta cifra es aún mayor en España, donde uno de cada cinco adultos no realiza ninguna actividad física.3
La importancia de los médicos en la promoción de ejercicio físico
Como hemos comentado en numerosas ocasiones en Fissac (te recomendamos leer este artículo sobre los beneficios de hacer ejercicio incluso cuando se es muy mayor), la promoción de la actividad física entre los adultos mayores debe ser una prioridad. Y para este fin, los médicos podrían desempeñar un papel clave. Eso es lo que muestra un reciente meta-análisis publicado en la prestigiosa revista British Medical Journal que analizó 46 ensayos clínicos (más de 15.000 participantes) en los que el personal médico promovía la actividad física entre sus pacientes a través de diversas intervenciones (ya sea simplemente mediante consejos o poniéndoles en contacto con otros profesionales del ejercicio). Los resultados mostraron que estas intervenciones aumentaban en un 33% las posibilidades de que los pacientes cumpliesen con las recomendaciones internacionales de actividad física, siendo más efectivas las intervenciones que incluían un mayor número de contactos con el médico (incluyendo por ejemplo múltiples visitas, llamadas o mensajes).4,5
Por lo tanto, el personal médico puede ser una piedra angular para favorecer una vida activa entre sus pacientes. Estos resultados apoyarían la denominada “receta deportiva”, un programa que ya están comenzando a implementar algunas comunidades y mediante el cual los médicos de atención primaria podrían recetar a sus pacientes la práctica de actividad física de forma personalizada mediante el contacto con un profesional del ejercicio. Aunque todavía falta para que dicho protocolo se ponga en marcha al cien por cien, en otros países ya existe evidencia que apoyaría su eficacia. Por ejemplo, en un estudio realizado en el Reino Unido se analizó a voluntarios (la mayoría reclutados a través del médico de atención primaria) con 78 años de media, y se observó que aquellos a los que se les prescribía participar en un programa de ejercicio supervisado durante 1 año (1-2 sesiones por semana en grupos de en torno a 15 participantes) mejoraron sus niveles de actividad física, su rendimiento físico y su calidad de vida no solo después del año de intervención, sino también un año después.6 Además, aunque el foco principal debe ser la salud de las personas, en dicho estudio se observó otro hallazgo de gran relevancia a la hora de poner en marcha intervenciones de salud pública: la intervención fue rentable económicamente.7 En concreto, se estimó que ya teniendo en cuenta el coste del programa de entrenamiento (622 libras por participante, incluyendo costes de personal y de alquilar espacios), cada participante del grupo de ejercicio supuso 100 libras menos de gasto sanitario durante los 2 años de estudio con respecto a los participantes del grupo control.7
Un simple podómetro puede marcar la diferencia
La derivación del médico de atención primaria para participar en programas de ejercicio supervisados por un especialista parece ser, por lo tanto, la opción ideal. Sin embargo, aunque esta estrategia ha mostrado ser rentable a nivel costo-efectivo, esto no siempre es factible ya que requiere de diversos recursos humanos y materiales (por ejemplo, especialistas en ejercicio).
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En este sentido, la simple promoción de la actividad física desde los centros de atención primaria podría ser una alternativa más factible y efectiva.5 De hecho, diferentes ensayos a gran escala han encontrado que la promoción de la actividad física desde la atención primaria a través de recomendaciones en persona o incluso por correo postal o mensajes de texto puede aumentar los niveles de actividad física, especialmente si se provee al paciente con un podómetro. Es lo que muestra un ensayo clínico realizado en varios centros de salud del Reino Unido que incluyó a más de 1.000 pacientes, de los cuales a un grupo se les dio un podómetro y se les recomendó incrementar sus niveles de actividad física de forma individualizada según sus niveles basales durante 3 meses. Al finalizar dicho periodo, los investigadores observaron que la intervención no solo había sido efectiva a corto plazo, aumentando la actividad física en 60 minutos por semana después de 3 meses, sino también a largo plazo, observándose un incremento de 40 minutos semanales de actividad física al año de finalizado el estudio en comparación con el grupo control.8 Además, en un seguimiento posterior, los autores observaron que los beneficios persistían a largo plazo, encontrando un incremento sostenido de 30 minutos semanales de actividad física comparado con el grupo control incluso 3-4 años después de la intervención (Figura 1).9 Y más importante aún: la intervención logró reducir a la mitad el riesgo de eventos cardiovasculares y fracturas (Figura 2).10
Figura 1. Aumento en los niveles de actividad física después de una intervención de 3 meses en los cuáles el médico promovía la actividad física entre los pacientes con un podómetro. Adaptada de Harris et al.9
Figura 2. Riesgo de fracturas 4 años después de una intervención de 12 semanas en las cuales el médico promovía la actividad física entre los pacientes con un podómetro. Adaptada de Harris et al.10
Ejercicio físico, también en los hospitales
Al igual que los médicos de atención primaria juegan un papel clave en la promoción del ejercicio entre los mayores, como ya hemos comentado en anteriores ocasiones, los médicos en los hospitales tienen también un gran potencial en este sentido. De hecho, la necesidad de promover el ejercicio entre los mayores hospitalizados es incluso mayor, pues éstos tienen un riesgo particularmente elevado de deterioro funcional. Aunque los pacientes mayores pueden salir “curados” del hospital, aproximadamente un tercio de ellos experimentan la llamada discapacidad asociada a la hospitalización (definida como la pérdida de la capacidad de realizar una o más actividades básicas de la vida diaria después del alta hospitalaria),11 lo que se asocia con un mayor riesgo de discapacidad, institucionalización y mortalidad en los meses posteriores.12
Por ello, existe una fuerte evidencia de que las intervenciones de ejercicio en el hospital son efectivas para prevenir el deterioro funcional después de una hospitalización aguda no solo al alta hospitalaria, sino también meses después.13 De hecho, diferentes ensayos en hospitales españoles han demostrado que incluso intervenciones de ejercicio relativamente simples realizadas en el hospital (incluyendo por ejemplo sentarse y levantarse de la cama, o andar por el pasillo) son efectivas para prevenir el deterioro funcional.14–16
Sin embargo, todos sabemos que lamentablemente estas intervenciones aún no se incluyen rutinariamente en los hospitales, quizá en parte por falta de recursos humanos y materiales (por ejemplo, falta de especialistas en ejercicio). En este sentido, es importante destacar de nuevo que, incluso si los programas de ejercicio supervisado no son factibles, diferentes estudios en distintos países han demostrado que algo tan simple como darle un podómetro a los pacientes (con el objetivo de incentivar la actividad física contabilizando el número de pasos) puede aumentar sus niveles de actividad física, con los consiguientes beneficios en la función física.17 Por ejemplo, un estudio en 255 mayores de Australia mostró que proporcionarles feedback sobre sus niveles diarios de actividad física y establecer metas fue suficiente para aumentar sus niveles de actividad física .18
Conclusiones e implicaciones
El personal sanitario tiene una repercusión enorme en toda la población, y especialmente entre los mayores. En este sentido, cada vez más evidencia respalda el importante papel que pueden tener los médicos y enfermeros/as en la promoción de la actividad física en esta población, particularmente desde los centros de atención primaria, pero también desde las unidades de geriatría. Siempre que sea posible, es conveniente la derivación a programas de ejercicio supervisados por un especialista en ejercicio, pero no debemos obviar que incluso acciones más sencillas como la simple promoción de la actividad física (es decir, recomendar aumentar los niveles de actividad física) han demostrado ser efectivas, especialmente si se acompaña del uso de un podómetro u otra herramienta de retroalimentación (por ejemplo, una aplicación móvil).
Cabe destacar que, a pesar de estos hallazgos, entre otras limitaciones (incluyendo la falta de tiempo) los médicos siguen percibiendo que una de sus barreras a la hora de recomendar programas de ejercicio o actividad física es que tienen poco conocimiento sobre el tema. 19 Por esta razón, si queremos que la denominada receta deportiva sea un éxito es necesario no solo dotar de mayores recursos humanos y materiales a la sanidad pública, sino también implementar intervenciones para educar y alentar a los médicos a promover la actividad física, así como facilitar vías de derivación entre médicos y especialistas en ejercicio físico.20
Referencias:
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2. Bull FC, Al-Ansari SS, Biddle S, et al. World Health Organization 2020 guidelines on physical activity and sedentary behaviour. Br J Sports Med. 2020;54(24):1451-1462. doi:10.1136/bjsports-2020-102955
3. Gomes M, Figueiredo D, Teixeira L, et al. Physical inactivity among older adults across Europe based on the SHARE database. Age Ageing. 2017;46(1):71-77. doi:10.1093/ageing/afw165
4. Orrow G, Kinmonth AL, Sanderson S, Sutton S. Effectiveness of physical activity promotion based in primary care: Systematic review and meta-analysis of randomised controlled trials. BMJ. 2012;344(7850):16. doi:10.1136/bmj.e1389
5. Kettle VE, Madigan CD, Coombe A, et al. Effectiveness of physical activity interventions delivered or prompted by health professionals in primary care settings: systematic review and meta-analysis of randomised controlled trials. BMJ. 2022;376:1-13. doi:10.1136/bmj-2021-068465
6. Stathi A, Greaves CJ, Thompson JL, et al. Effect of a physical activity and behaviour maintenance programme on functional mobility decline in older adults: the REACT (Retirement in Action) randomised controlled trial. Lancet Public Heal. 2022;7(4):e316-e326. doi:10.1016/S2468-2667(22)00004-4
7. Snowsill TM, Stathi A, Green C, et al. Cost-effectiveness of a physical activity and behaviour maintenance programme on functional mobility decline in older adults: an economic evaluation of the REACT (Retirement in Action) trial. Lancet Public Heal. 2022;7(4):e327-e334. doi:10.1016/S2468-2667(22)00030-5
8. Harris T, Kerry SM, Victor CR, et al. A Primary Care Nurse-Delivered Walking Intervention in Older Adults: PACE (Pedometer Accelerometer Consultation Evaluation)-Lift Cluster Randomised Controlled Trial. PLoS Med. 2015;12(2):1-23. doi:10.1371/journal.pmed.1001783
9. Harris T, Kerry SM, Limb ES, et al. Physical activity levels in adults and older adults 3–4 years after pedometer-based walking interventions: Long-term follow-up of participants from two randomised controlled trials in UK primary care. PLoS Med. 2018;15(3):1-16. doi:10.1371/journal.pmed.1002526
10. Harris T, Limb ES, Hosking F, et al. Effect of pedometer-based walking interventions on long-term health outcomes: Prospective 4-year follow-up of two randomised controlled trials using routine primary care data. PLoS Med. 2019;16(6):1-20. doi:10.1371/journal.pmed.1002836
11. Loyd C, Markland AD, Zhang Y, et al. Prevalence of Hospital-Associated Disability in Older Adults: A Meta-analysis. J Am Med Dir Assoc. 2020;21(4):455-461. doi:10.1016/j.jamda.2019.09.015
12. Boyd C, Landefeld C, Counsell S, et al. Recovery in Activities of Daily Living Among Older Adults Following Hospitalization for Acute Medical Illness. J Am Geriatr Soc. 2008;56(12):2171-2179. doi:10.1111/j.1532-5415.2008.02023.x.Recovery
13. Valenzuela P, Morales J, Castillo-García A, et al. Effects of exercise interventions on the functional status of acutely hospitalised older adults: A systematic review and meta-analysis. Ageing Res Rev. 2020;61:101076.
14. Martínez-Velilla N, Casas-Herrero N, Zambon-Ferraresi F, et al. Effect of Exercise Intervention on Functional Decline in Very Elderly Patients During Acute Hospitalization: A Randomized Clinical Trial. JAMA Intern Med. 2019;179(1):28-36.
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16. Rodriguez-Lopez C, Mayordomo-Cava J, Zarralanga-Lasobras T, et al. Exercise Intervention and Hospital-Associated Disability A Nonrandomized Controlled Clinical Trial. JAMA Netw Open. 2024;7(2):E2355103. doi:10.1001/jamanetworkopen.2023.55103
17. Szeto K, Arnold J, Singh B, Gower B, Simpson CEM, Maher C. Interventions Using Wearable Activity Trackers to Improve Patient Physical Activity and Other Outcomes in Adults Who Are Hospitalized: A Systematic Review and Meta-analysis. JAMA Netw Open. 2023;6(6). doi:10.1001/jamanetworkopen.2023.18478
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20. World Health Organisation (WHO). Global Action Plan on Physical Activity 2018-2030: More Active People for a Healthier World. World Health Organization; 2018. doi:10.1016/j.jpolmod.2006.06.007