En la actual era digital asistimos a una realidad inquietante: los jóvenes pasan gran parte de su tiempo frente a las pantallas, reduciendo notablemente sus interacciones con el entorno natural. El sobreúso de dispositivos electrónicos ha desplazado actividades esenciales para el desarrollo integral de los jóvenes, disminuyendo el tiempo dedicado a actividades físicas y al aire libre. Entre las muchas consecuencias de esta situación, tenemos unas cifras de obesidad infantil en constante aumento. En comparación con la década anterior, la prevalencia de obesidad infantil en el mundo ha incrementado un 50% en la última década —coincidiendo con el boom de los teléfonos inteligentes y otros dispositivos electrónicos, especialmente entre los más jóvenes—.1 Sin embargo, el problema no es el exceso de pantallas per se, es el desplazamiento del tiempo (de estar activo físicamente a pasar horas sentado con el móvil por ejemplo) y la ausencia de actividades más saludables.
La falta de interacción con la naturaleza y los espacios verdes está privando a las nuevas generaciones de beneficios esenciales para su desarrollo que estos entornos pueden ofrecer (en este artículo hablamos de cómo tomar “píldoras de naturaleza” puede mejorar nuestra salud). Esto plantea una pregunta vital. ¿Estamos subestimando el impacto de la falta de tiempo al aire libre, sobre todo en espacios naturales?
Los beneficios del contacto con la naturaleza desde la más tierna infancia
Desde un paseo por un parque hasta un día de senderismo, el contacto con entornos naturales se ha relacionado con una serie de beneficios para nuestro organismo. Y los más pequeños no son ajenos a estos efectos. De hecho, en estas primeras etapas de la vida incluso puede cobrar mayor relevancia pasar tiempo en la naturaleza para desarrollar destrezas cognitivas y mejorar mecanismos de la función inmunitaria.
Los estudios son claros en este sentido: una investigación del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) entre más de 27.000 niños, publicada en The Lancet Planetary Health, ha mostrado que vivir rodeado de espacios verdes, como jardines y parques, se asocia con un mejor desarrollo (físico, social, mental, emocional y comunicativo) durante los primeros años de vida.2
Por su parte, recientemente se llevó a cabo un curioso estudio en Finlandia en el que los investigadores modificaron los espacios al aire libre de las guarderías situadas en zonas urbanizadas, incorporando suelos de bosque y césped para imitar un entorno natural.3 De manera llamativa, los niños que asistían a estas guarderías tenían un sistema inmune más fuerte y un microbioma más saludable que aquellos que acudían a guarderías con suelos de grava, y similar a los de los que iban a guarderías cercanas a espacios naturales. Además, el seguimiento de estos niños mostró que, dos años después, los que asistieron a guarderías con suelos de césped no solo mantenían un mayor número de bacterias beneficiosas para el intestino y la piel, sino que también presentaban una menor abundancia relativa de bacterias potencialmente patógenas en la piel.4 Por este motivo, la renaturalización de los espacios urbanos —como jardines, parques y patios escolares—se convierte en una necesidad que debería considerarse aún más en la planificación urbana.
La salud mental viste de verde
Cada vez hay más literatura científica que demuestra la relación entre la salud mental y el contacto con la naturaleza. Mientras que factores como el ruido, la contaminación del aire o una mala condición socioeconómica aumentan el riesgo de desarrollar un trastorno mental, crecer rodeado de espacios verdes favorece la salud mental. Un interesante estudio publicado en la revista PNAS demostró que los niños que vivían rodeados de grandes cantidades de zonas verdes durante la infancia tenían hasta un 55% menor riesgo de desarrollar trastornos mentales en la adolescencia y la edad adulta.5 El dato es llamativo pero cobra otra dimensión al saber que se produjo un efecto dosis-respuesta, es decir, el efecto protector sobre la salud mental fue mayor cuanto más abundantes eran los espacios verdes.
Incluso hay evidencia de que el simple hecho del contacto visual con la naturaleza podría tener beneficios para la salud mental. Así, un estudio con escolares de entre 7 y 9 años mostró que los niños que podían ver árboles desde las ventanas de sus aulas tenían menos problemas de conducta que los niños que no disponían de esa posibilidad.6
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Cerebros nutridos por la naturaleza
Interactuar con la naturaleza también promueve el desarrollo cognitivo en los más jóvenes. Diversas investigaciones han refrendado esta idea. Un estudio realizado por científicos de Barcelona, que incluyó a más de 2.500 escolares de entre 7 y 10 años, mostró que los niños que disponían de mayor cantidad de vegetación en los alrededores de las escuelas y las áreas residenciales tuvieron mejores resultados en pruebas de memoria de trabajo y menos problemas de falta de atención (Figura 1).7
Figura 1. Evolución de la memoria de trabajo superior durante los 12 meses de seguimiento de los participantes con el primer (bajo nivel) y tercer (alto nivel) terciles de vegetación.7
Una investigación del ISGlobal apunta en la misma dirección.8 El estudio, publicado en Environmental Health Perspectives, una de las revistas científicas más prestigiosas del área de salud pública, encontró que los niños que crecían rodeados de espacios verdes presentaban mayores volúmenes de materia blanca y gris en regiones clave del cerebro(Figura 2). Además, este mayor volumen cerebral, evaluado a través de imágenes de resonancia magnética tridimensional, se asoció con mayores puntuaciones en las pruebas de rendimiento cognitivo. Por esta razón, vivir cerca de espacios verdes no solo beneficiaría el desarrollo cognitivo, sino que también podría influir positivamente en la anatomía cerebral.
Figura 2. Volúmenes de materia gris y blanca regionales asociados con la exposición a espacios verdes. El panel A muestra imágenes en 3D del cerebro, mientras que el panel B presenta imágenes de diferentes cortes del cerebro (sagital, coronal y axial). Las áreas coloreadas en amarillo y blanco representan regiones cerebrales donde se halló que los niños que vivían en vecindarios con más vegetación tenían volúmenes cerebrales más grandes.8
Los beneficios están claros, los motivos no tanto. Hasta ahora. Sabemos por investigaciones previas que vivir en la ciudad puede tener efectos negativos para la salud, particularmente como consecuencia de la exposición a la contaminación ambiental (en este artículo hablamos ampliamente de ello). Sin embargo, en los últimos años diferentes estudios han destacado que la reducción de los niveles de contaminación del aire a la que contribuyen las grandes zonas verdes, explica en gran medida la conexión entre estos espacios y la salud y el desarrollo de los niños —por ejemplo, entre un 20% y un 65% en el caso de la mejora del rendimiento cognitivo—.2,7 Estos hallazgos refuerzan la importancia de diseñar ciudades verdes que reduzcan la contaminación del aire y promuevan la salud infantil.
¿Zonas verdes = huesos más fuertes?
El impacto de los espacios verdes en la salud de los más jóvenes ha dado lugar a diferentes estudios en los últimos años, destacando beneficios que van más allá de la salud mental y el desarrollo cognitivo. Recientemente, la atención se ha focalizado en cómo estos entornos naturales pueden influir en la salud física. En este sentido, la exposición a espacios verdes de manera temprana podría favorecer el desarrollo de huesos fuertes y saludables durante la infancia, según un estudio publicado recientemente en JAMA Network Open.9 La investigación, que incluyó a más de 300 niños, destacó que los niños que vivían cerca de áreas con mayores niveles de vegetación tenían una mayor densidad mineral ósea. Además, los niños que vivían cerca de zonas verdes —en un radio de 1000 metros— tenían un 67% menos de riesgo de tener una baja densidad mineral ósea. Estos beneficios sobre la salud ósea probablemente se deban a que estos niños serían más activos, exponiéndose a actividades de impacto que se sabe que son las que ayudan a desarrollar huesos más fuertes.
Aunque hacen falta más estudios y un seguimiento continuo de estos niños, aumentar la extensión y favorecer la accesibilidad de los espacios verdes aumenta las posibilidades de moverse en un entorno natural, saltar, correr, trepar, y, por ello, ayudaría a prevenir fracturas y osteoporosis en el futuro.
Conclusiones
En un mundo cada vez más digital, resulta esencial revalorizar el tiempo al aire libre y promover actividades que conecten a los jóvenes con la naturaleza (Figura 3). Como rezaba el eslogan de la campaña publicitaria de una importante marca de detergente, ¡los niños pasan menos tiempo al aire libre que los presos!
Figura 3. Resumen de los beneficios del contacto con la naturaleza en los más jóvenes.
La renaturalización de los espacios urbanos y el diseño de ciudades verdes podrían ayudar a atenuar algunos de los efectos nocivos de la urbanización, promoviendo un desarrollo saludable en los niños. Estas políticas de planificación urbana sostenible tendrían importantes implicaciones para la salud, especialmente considerando que cada vez más personas vivimos en ciudades (la población mundial urbana se ha duplicado entre 1950 y 2020).
Referencias:
1. Zhang, X. et al. Global Prevalence of Overweight and Obesity in Children and Adolescents: A Systematic Review and Meta-Analysis. JAMA Pediatr. (2024) doi:10.1001/JAMAPEDIATRICS.2024.1576.
2. Jarvis, I. et al. Assessing the association between lifetime exposure to greenspace and early childhood development and the mediation effects of air pollution and noise in Canada: a population-based birth cohort study. Lancet Planet. Heal. 5, e709–e717 (2021).
3. Roslund, M. I. et al. Environmental Studies biodiversity intervention enhances immune regulation and health-associated commensal microbiota among daycare children. Sci. Adv. 6, 1–10 (2020).
4. Roslund, M. I. et al. Long-term biodiversity intervention shapes health-associated commensal microbiota among urban day-care children. Environ. Int. 157, (2021).
5. Engemann, K. et al. Residential green space in childhood is associated with lower risk of psychiatric disorders from adolescence into adulthood. Proc. Natl. Acad. Sci. U. S. A. 116, 5188–5193 (2019).
6. Pearson, A. L. et al. Elementary Classroom Views of Nature Are Associated with Lower Child Externalizing Behavior Problems. Int. J. Environ. Res. Public Health 20, (2023).
7. Dadvand, P. et al. Green spaces and cognitive development in primary schoolchildren. Proc. Natl. Acad. Sci. U. S. A. 112, 7937–7942 (2015).
8. Dadvand, P. et al. The association between lifelong greenspace exposure and 3-dimensional brain magnetic resonance imaging in Barcelona schoolchildren. Environ. Health Perspect. 126, 1–8 (2018).
9. Sleurs, H. et al. Exposure to Residential Green Space and Bone Mineral Density in Young Children. JAMA Netw. Open 7, 1–13 (2024).